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lunes, 6 de enero de 2014

Día de Reyes, fin de las Navidades

De todos los días de las navidades, sin duda, el día de Reyes es el mejor. A pesar de que esto significa que las vacaciones se acaban y que pronto comienza el cole de nuevo, este sigue siendo mi día favorito de estas fiestas. Que conste que no solo lo digo por los regalos, que también, sino sobre todo porque me gusta después de un año esperando, volver a comer la rosca de reyes, umm mi postre preferido.

Aunque no entiendo porqué solo la podemos comer este día, con lo fantástico que sería poder comerla cuando te apeteciese. Pero bueno, lo importante es que esta mañana mi papá y yo fuimos a la pastelería para comprar una bien grande. Cuando llegamos, nos encontramos con Hugo y su perrito Iker que esperaban su turno para comprar la suya. Nos saludamos y mientras mi padre y él hablaban yo me agaché para acariciar al animalito, al tiempo que comencé a recordar lo fantásticas que fueron aquellas navidades.

A raíz de la publicación del cuento, “Los misteriosos sueños de Hugo” de Silvia, la mamá de Hugo, nuestras familias se unieron un poco más. Durante las tres semanas de vacaciones de navidad, les ayudé con la promoción de su libro. Primero diciéndoles a mis amigos que no olvidaran incluirlo en su carta a los Reyes Magos, porque como bien decía Silvia, era importante leer para poder viajar a mundos mágicos como el de los Ñukys. También visitamos las librerías de la ciudad para enseñarles el cuento y que lo incluyeran entre sus libros. Todos fueron muy amables con nosotros y poco a poco el cuento de Silvia va haciéndose un hueco en el mundo literario.

Fue por eso que mis padres decidieron invitarlos para pasar las fiestas con nosotros. A mí me encantó la idea, además también vinieron los abuelos y unos primos de Hugo, entre ellos, Sandra con su hijo Cosme de tres años y con el que nos lo pasamos genial. Nos sentíamos una gran familia y eso era estupendo.

El día de Nochebuena cenamos todos en mi casa. Durante la tarde ayudé a mamá con los preparativos de la cena. Sinceramente creo que nos pasamos con tanta comida y, como siempre, terminó sobrando, pero mamá decía que era mejor que sobrase a que faltase. Así que nos pasamos horas cocinando platos riquísimos que luego saboreamos entre risas.

Aunque lo más divertido sucedió cuando mi papá nos dijo que Papa Noel había llegado y dejó unos regalitos para nosotros, debajo del árbol de navidad. Nada más oírle, Cosme, el primito de Hugo, corrió a esconderse detrás de su madre y era incapaz de acercarse al salón para comprobar qué le había traído. Todos nos pusimos a reír a carcajadas ante el temor del pequeño, mientras Silvia intentaba tranquilizarle y le animaba a que fuese a buscar su regalo. Pero no había forma de convencerle, hasta Iker, al ver el miedo del niño, metió su rabito entre las piernas y se puso detrás de su amo, por si acaso.

Ya que no había manera de animarle a buscar su regalo, decidimos ir todos con él al salón. Al llegar descubrimos que debajo del arbolito había unos cuantos paquetes envueltos con un papel muy brillante. Cada uno llevaba una tarjetita con un nombre. Había uno para mí, otro para Hugo, otro para mi hermano Pedro, otro para Cosme y lo más sorprendente fue que había uno para Iker.

Nada más verlos, nos abalanzamos sobre ellos para abrirlos. A mi hermano le dejó una chaqueta, a Hugo un polar y a mí una bufanda con los guantes a juego. Todos estábamos muy contentos con nuestros regalos y mientras nos los probábamos, Cosme nos observaba incapaz de abrir el suyo, así que se lo acerqué y le ayudé a abrirlo. Era una diana de colores con pelotitas de velcro chulísima. El niño se puso muy contento y mi papá la montó y se la colgó para que pudiese probarla. Ya no hubo quién lo moviera de allí en toda la noche.

Con la emoción de Cosme, nos habíamos olvidado del regalo del Iker. Este estaba sentado al lado de su obsequio esperando que alguien se lo abriese. Así que fue mi hermano el que rompió el papel para ver lo que escondía el paquetito, ante la atenta mirada del perrito que se había puesto en pie moviendo su rabito sin parar. Era una pelota de colores con un cascabel dentro, y nada más verla, comenzó a mordisquearla y a ladrarle sin parar, lo que provocó las carcajadas de todos.

Fue una noche fantástica y en la que disfrutamos mucho. Prometimos que el año próximo volveríamos a hacerla todos juntos ya que nos sentíamos una gran familia.

-María, vamos que ya nos toca -dijo mi papá despertándome de mis recuerdos navideños.

-Ah, sí, ya voy -contesté levantándome y entrando en la pastelería.

Mientras comprábamos la rosca de reyes, volví a pensar en lo bonitas e inesperadas que fueron estas navidades y, que a veces, no necesitamos tener lazos familiares para sentir a los demás como parte de los tuyos. Para nosotros nuestros vecinos eran mucho más que eso y nos hizo muy felices compartir unas fechas tan entrañables con ellos. Al fin y al cabo lo importante de la navidad era poder compartir lo que tienes con la gente que quieres. Y, justo eso, fue lo que hicimos.

jueves, 12 de septiembre de 2013

Una buenísima noticia para terminar el verano

Después de pasar un maravilloso mes de agosto en la granja de los abuelos, las vacaciones llegaron a su fin, y con ellas, el verano. El regreso a casa siempre era un poco triste porque me recordaba que pronto volverían los madrugones, el sonido estridente del despertador, el regreso a las clases…en fin, la vuelta a la rutina. Sin embargo, aún faltaban unos días para todo eso. Así que en vez de lamentarme, preferí seguir saboreando el tiempo que había pasado en el pueblo.

¡Fueron unas semanas estupendas! Nunca había prisas y todo era paz y tranquilidad. Reconozco que hice un poco la vagoneta, como solía decir mi papá. Pero no solo dediqué mi tiempo a dormir y a jugar, también ayudé a la abuela en las tareas de la casa, mientras mi hermano Pedro hacía lo mismo con el abuelo ayudándole con los animales de la granja. Después de comer nos íbamos a la piscina que el abuelo había construido para nosotros y nos pasábamos toda la tarde bañándonos, tirándonos de cabeza, en bomba, haciendo carreras o largos, como decía mi hermano…¡Era genial!

Aunque lo mejor de todo sucedía durante los fines de semana porque era cuando venían nuestros padres. A ellos les hubiese gustado estar todos los días con nosotros, pero mi madre no podía cerrar su negocio, una pequeña peluquería de barrio de la que dependía mi familia. Por lo que irse de vacaciones todo el mes era un lujo que no podían permitirse. Era por eso que solo venían esos dos días, así aprovechaban para descansar un poco y poder estar todos juntos.

Sin embargo lo mejor ocurrió en el último fin de semana. Esta vez no vinieron ellos solos sino que aparecieron acompañados de nuestros vecinos. Hugo, que era de la edad de mi hermano Pedro, sus padres e Iker, su perrito, un pequeño Yorkshire muy juguetón. Fue toda una sorpresa y nos alegramos mucho al verles. Era una familia con la que nos llevábamos muy bien y no solo porque fuésemos vecinos sino porque también éramos amigos. Hugo y su perrito casi pasaban más tiempo en mi casa que en la suya propia, y sus padres, se llevaban estupendamente con los míos. Además mi mamá y la suya eran amigas desde la infancia y se querían mucho.

Así que después de saludarnos efusivamente, con besos y abrazos, mi hermano Pedro se ofreció para enseñarle la granja a Hugo.

-¿Puedo ir mamá? -le preguntó Hugo a su madre.

-Pues claro que puedes, pero no os entretengáis mucho que cenamos en un rato -respondió mi abuela sin dar tiempo a que su mamá contestase, mientras les invitaba a pasar al interior de la casa.

-Gracias abuela. Será mejor que Iker se quede con María ¿te importa cuidarlo peque? -me preguntó mi hermano.

-Pues claro que no, me quedo con él encantada -le dije al tiempo que agarraba al perrito por su correa.

Iker movía su rabito sin parar, como si la idea de quedarse conmigo le gustase. Me agaché para acariciarlo y él me dio unos cuantos lametones en señal de agradecimiento. Fue en ese momento cuando vi a los chicos que salían corriendo hacia la parte de atrás de la granja que era donde se encontraban los animales. Entonces me levanté y agarré a Iker para entrar en la casa.

Desde la ventana del salón pude observar como corrían por el patio hablando sin parar, contentos de poder pasar el fin de semana juntos. Se encaminaron al establo y después de presentarle a las vacas, cerdos, ovejas, gallinas y conejos, Pedro llevó a Hugo a ver la piscina, y creo que fue lo que más le gustó de todo, porque nada más verla ya quería darse un baño. Entonces apareció el abuelo y les explicó que era mejor esperar al día siguiente porque ya estaba anocheciendo y no quería que se resfriara nadie. Comprendieron que él tenía razón, así que obedecieron a regañadientes  y regresaron a la casa para cenar.

Una hora más tarde la cena estaba preparada y todos nos sentamos para degustar los riquísimos platos que había preparado la abuela. Durante la cena nadie hablaba ya que todos estábamos muy ocupados saboreando la empanada de bacalao, el guiso de carne, las patatas asadas y el pan casero. Ya estábamos terminando cuando mi mamá nos dice que Silvia, que es como se llama la madre de Hugo, tiene una noticia muy importante que darnos. Nos quedamos en silencio mirándola y esperando impacientes a que nos lo contase.

-Bueno, como ya sabéis en mi tiempo libre escribo cuentos infantiles y tengo uno que se titula “Los misteriosos sueños de Hugo”, que lo he mandado a muchas editoriales. Pensaba que quizás a alguna le gustaría y querría publicármelo. Pues bien, unos meses más tarde una editorial me contestó. Me llamaron a casa, diciéndome que les gustaba mi cuento y que querían publicarlo. Ni que decir tiene que casi me desmayo al escucharlos. Así que, aproximadamente sobre Noviembre verá la luz mi primera historia.

-¡Felicidades! ¡Enhorabuena! Sabíamos que lo conseguirías -decían mis abuelos emocionados con la buenísima noticia.

-¡Jolines que suerte Hugo! ¡Eres el protagonista del cuento! ¡Te vas hacer famoso! -exclamé mientras Hugo se ruborizada entre las risas de los demás al verle así.

-Tienes razón María, él es el protagonista y el que inspiró este relato -me explicó su mamá.

-¡Es fantástico Silvia! Al final tanto trabajo tiene su recompensa -hablaba mi papá.

-¡Nos alegramos tanto por ti! Quiero que sepas que siempre creímos que algún día esto ocurriría, estábamos seguros que solo era cuestión de tiempo -dijo mi mamá con la voz entrecortada.

-Gracias, de verdad no sé qué deciros. Me siento tan feliz y al mismo tiempo me cuesta creer que esto me esté pasando. Por supuesto, estáis invitados cuando se haga la presentación del cuento -contestó la mamá de Hugo emocionada y agradecida por nuestras muestras de cariño.

-¡Qué bien! Claro que iremos ¿verdad mami? Además yo quiero un cuento dedicado ¿me lo firmarás Silvia? -le pregunté.

-Pues claro que sí mi niña, a ti a la primera de todas -me contestó con una enorme sonrisa.

-¿Sabes una cosa? Yo también escribo, tengo un diario donde cuento todas mis cosas. A lo mejor un día también le gusta a alguien y me lo publican ¿no crees? -le pregunté.

-Eso está muy bien, yo empecé así, escribiendo un diario. Además tú eres una niña muy lista y estoy segura de que conseguirás todo lo que te propongas María. Recuerda no rendirte jamás, al final los sueños se cumplen sí de verdad crees en ellos -me contó.

En ese momento recordé las veces que mi madre me contó lo maravilloso que sería que Silvia consiguiese algún día que una editorial creyese en ella y le publicase alguno de sus cuentos. Aquella era una afición que le venía desde muy pequeña. Solía inventarse historias que luego se las relataba a sus amigas…de brujas, de hadas, de princesas encantadas y de seres mágicos. Mi mamá decía que tenía una imaginación desbordante y que era capaz de inventarse un relato en tan solo unos minutos.

Pasaron los años y Silvia siguió escribiendo durante su juventud, siempre como un hobbie, una manera más de expresar lo que sentía. Aunque albergaba la esperanza de que, quizás, algún día, sus cuentos vieran la luz y muchos niños podrían leerlos. Un sueño que ahora se hacía realidad, gracias a su talento para contar historias y también gracias a que una editorial confío en ella. Por fin uno de sus cuentos llegaría a las librerías.

Finalmente me he dado cuenta de que Silvia tenía razón, los sueños pueden cumplirse y ella era la mejor prueba. Es por eso que he decidido que no voy a rendirme en mi empeño de derrotar a la Señora Crisis. Sé que podré con ella y que la venceré.

jueves, 1 de agosto de 2013

Nos vamos de vacaciones

Este año, debido a la crisis, mi mamá no puede cerrar la peluquería durante el mes de agosto. Así que nos quedamos sin vacaciones porque, según dice ella, es un lujo que no nos podemos permitir. Me da mucha pena que no pueda tener su bien merecido descanso. Ella trabaja muy duro durante todo el año, hace un montón de horas diarias para que no nos falte de nada, ya que mi papá está en paro y el negocio es el único ingreso que sustenta a nuestra familia. Aunque él también ayuda en todo lo que puede y  hace alguna que otra chapucilla por ahí para traer algo más de dinero a casa. Pero no es suficiente para pagar todas las facturas y es por eso que prefieren no cerrar este mes para intentar arreglar un poco este año tan malo.

A pesar de todo esto, mis padres no quieren que nosotros suframos las consecuencias y es por eso que mañana viene mi abuelo a recogernos a mi hermano y a mí para pasar este mes en su granja. Aunque me encanta pasar las vacaciones con los abuelos, sobre todo ahora que tienen una piscina para refrescarnos, no me parecía justo que nosotros lo pasáramos bien y ellos se quedaran en la ciudad trabajando.

-Es igual mami, nosotros nos quedamos también. Además podemos ayudarte en la peluquería, yo puedo lavarles el pelo a las clientas y Pedro cobrarles por el trabajo -le expliqué intentando convencerla para que nos dejasen quedar con ellos.

-Eres un cielo María, pero esto no es discutible. Vosotros os vais al pueblo con los abuelos y quiero que lo paséis muy bien que os lo merecéis por las buenas notas que sacasteis los dos -me dijo muy seria.

-Esto todo es culpa de la malvada Señora Crisis que no para de molestar, hasta las vacaciones tiene que fastidiárnoslas ¡No es justo! Yo quiero pasar el verano con vosotros -repliqué enfadada.

-No te preocupes por nada nena, nosotros iremos todos los fines de semana. Ya verás como será muy divertido, ni te darás cuenta de que no estamos el resto de los días -me dijo papá con una sonrisa.

Aunque no era lo mismo que estar todo el mes juntos, no quise decir nada más. Entendía que mis padres todo lo hacían por nosotros y querían que tuviésemos unas buenas vacaciones aunque ellos tuviesen que sacrificar las suyas. Así que me dispuse a preparar mis cosas para que cuando llegase el abuelo al día siguiente todo estuviese listo.

Por la noche mi mamá preparó una cena especial: pizza casera y de postre flan de huevo, como despedida ya que no nos veríamos en una semana. Todo estaba delicioso, bueno es que ella es una gran cocinera y todo lo que cocina siempre estaba riquísimo. Una vez terminamos de cenar nos dijo toda la retahíla de recomendaciones que siempre nos daba cuando salíamos de casa: portaros bien, obedeced a los abuelos, ayudar en las tareas que os manden, etc. No sé para que nos lo recuerda, si ya nos lo sabemos de memoria, en fin.

Durante este mes no escribiré nada en mi diario, me limitaré a disfrutar de mi estancia en la granja e intentaré pasar todo el tiempo posible con mi familia. Así que me despido de vosotros y vosotras y nos veremos nuevamente en septiembre. Ya solo me queda desearos unas muy felices vacaciones a todos. Espero que lo paséis muy bien y no dejéis que nadie os las amargue, ni siquiera la malvada Señora Crisis, ya nos ocuparemos de ella a la vuelta.

jueves, 18 de julio de 2013

Final de las mini vacaciones con "Hora Meiga"

Que razón tenía mi mamá cuando decía que lo bueno duraba poco. Después de pasar unos días en la granja de los abuelos, esta tarde tuvimos que regresar a casa. Me dio mucha pena tener que irme ya que pasamos una semana estupenda. Disfrutamos de unas maravillosas mini vacaciones durante las cuales estuvimos muy sosegados, sin agobios y sin el calor asfixiante que hacía en la ciudad. Además de poder bañarnos en la piscina que el abuelo construyó para nosotros y que se convirtió en el mejor regalo del verano.

La vida en la granja era muy tranquila. Por las mañanas nos levantábamos sobre las once y hacíamos el reparto de tareas. Mi hermano Pedro, papá y el  abuelo se dedicaban a cuidar a los animales, mientras mamá, la abuela y yo ordenábamos la casa para luego ponernos a preparar la comida. Nos lo pasábamos muy bien ayudando en lo que podíamos a los abuelos. Además ellos se lo merecían todo, porque eran muy buenos con nosotros y siempre tenían sonrisas y buenas palabras para mi hermano y para mí.

Al terminar de comer nos íbamos para la piscina y nos tirábamos allí casi toda la tarde. Mi papá se tumbaba en una hamaca y solo decía que aquello sí que era vida. Se le veía tan feliz y relajado que ni las noticias le afectaban. Así transcurrían los días en la granja, llenos de paz y tranquilidad y eso se notaba en el estado de ánimo de todos. Pero lo que más me gustaba era ver a mis padres tan contentos y despreocupados, era como si la Señora Crisis, los políticos y todos los problemas hubiesen desaparecido allí en la montaña.

Aunque lo mejor sucedió en el fin de semana. La abuela había invitado a mi amiga Andrea, la niña que tenía hiperactividad y que era rechazada por los niños del pueblo, a pasar los últimos días conmigo. Me encantó volver a verla porque era una niña estupenda a pesar de lo que decían los demás. Pero reconozco que era un poco impulsiva y nos dio algún que otro susto. Sin embargo, no fue nada que con mucho amor y comprensión no pudiésemos solucionar.

Así, sin apenas darnos cuenta, pasó aquella maravillosa semana. Ninguno de nosotros quería irse, y era lógico, con lo bien que estábamos allí ¿quien iba a querer regresar? Fue por eso que el abuelo quiso invitarnos, la última noche, a cenar en el pequeño restaurante que había en el pueblo.  Además nos dijo que iba a haber una actuación de un grupo musical y que lo pasaríamos muy bien. Andrea y yo estábamos encantadas con la idea, sobre todo porque si había música, seguro que podríamos bailar y nos acostaríamos tarde, y eso siempre era algo emocionante.

Sobre las diez de la noche llegamos al restaurante. Era muy bonito, como una gran casa de campo construido en piedra y madera. En la parte delantera tenía un pequeño aparcamiento que llevaba a la entrada del local y la parte de atrás estaba rodeada de un enorme jardín con flores y árboles. Tenía dos grandes terrazas a los lados con el suelo de césped donde estaban colocadas las mesas bajo unas enormes sombrillas. Uniendo las dos terrazas había un pequeño escenario en el cual ya estaban preparados los instrumentos musicales. Andrea y yo nos acercamos curiosas  para verlos más de cerca, mientras mi abuelo saludaba al dueño que había salido a recibirnos.

Al aproximarnos al escenario pudimos observar que había una batería, a la que Andrea le costó mucho resistirse a no tocarla. También había varias flautas, una guitarra, una pandereta, una especie de tambor como los de los africanos y una flauta muy grande. Era un poco rara porque llevaba como un saquito colgando que no entendía muy bien para qué servía. Aunque lo que más llamó nuestra atención fue una cesta de mimbre que había en una esquina. Estaba ladeada y dentro tenía una rana, al principio pensamos que era de verdad y nos asustamos un poco pero pronto nos dimos cuenta de que no lo era. Justo cuando Andrea se disponía a tocarla, a pesar de mis advertencias de que no lo hiciera, alguien habló detrás de nosotras:

-¿Qué hacéis chicas? ¿Puedo ayudaros en algo? -nos dijo haciéndonos girar ligeramente avergonzadas.

-Hola, no, no estábamos haciendo nada, tan solo curioseábamos -le respondí con una sonrisa.

-Ya veo. Permitidme que me presente, me llamo Marko y ¿vosotras? -nos preguntó.

-Yo soy María y ella es mi amiga Andrea, encantada -le contesté.

-Mucho gusto señoritas -nos dijo con una sonrisa.

-Oye Marko y este instrumento ¿Qué es? -interrogó Andrea señalando aquella flauta tan rara que llevaba un saquito y que tanto nos intrigaba.

-Esto es una gaita y es el instrumento que yo toco, por eso me llaman gaiteiro -nos explicó.

-Pero ¿Qué estáis haciendo? Venga dejar de molestar y vamos a la mesa que ya nos van a traer la cena -nos regañó mi papá mientras se disculpaba por estar importunando.

-No por favor, no las regañe y no se preocupe que son unas chicas muy educadas…y curiosas -le dijo Marko a mi papá al tiempo que nos guiñaba un ojo.

Obedecimos y nos sentamos en la mesa donde ya nos esperaba el resto de mi familia. Estaba intrigada pensando cómo sonaría aquella gaita, aunque no tarde mucho en descubrirlo ya que antes de que terminásemos de cenar, la música comenzó a sonar. El grupo se llamaba “Hora Meiga”, que significaba “Hora Bruja”. Me pareció un nombre chulísimo y muy original, pero lo mejor era cómo tocaban. Su música era mágica y te transportaba a otro mundo. Mi papá nos explicó que era música celta y aunque yo jamás la había escuchado antes, me quedé prendada de aquellas delicadas y suaves notas.

Unos minutos después, Marko nos invitó a ponernos en primera fila. Aunque a mí me daba un poco de vergüenza, Andrea no se lo pensó dos veces y tirándome de un brazo nos plantamos delante del escenario. Mientras él explicaba que iba a tocar una canción y  que nos la dedicaba a nosotras. Al escucharlo me puse colorada como un tomate. Entonces nos giñó un ojo y agarró aquella flauta extraña, la que nos dijo que era una gaita, y poniendo el saquito debajo de su brazo empezaron a escucharse las primeras notas musicales.

¡Fue fantástico! Escuchar aquel sonido de la gaita, me encantó. Por supuesto, conocer a Marko, el gaiteiro, también. Me quedé prendada de aquel instrumento y de la maravillosa música que salía de ella. No podía haber imaginado un mejor final para nuestras mini vacaciones, porque aparte de pasar unos días estupendos con mis abuelos y con Andrea, descubrí que la música mágica existía y se llamaba “Hora Meiga”.

jueves, 27 de junio de 2013

Sin dinero será difícil estudiar

Por fin se acabaron las clases. Ya estábamos en verano y con él llegaban las ansiadas vacaciones de fin de curso. Por eso esta mañana no tuve que madrugar y pude dormir sin preocuparme por el dichoso despertador, ese que tantas veces me había enfadado a lo largo del año. Aún así, quedaba una última cosa por hacer y era ir a recoger las notas. Así que al mediodía papá y yo nos dirigimos al colegio porque habíamos quedado con la señorita Paula, mi profesora.

En cierta forma era un día un poco triste porque tenía que despedirme de mis compañeros hasta el próximo curso. Eso era lo único que no me gustaba y me daba un poquito de pena pensar que no nos veríamos en todo el verano. Aunque estoy segura que con Clara, mi mejor amiga, no perderé el contacto y a lo mejor con Lucas tampoco. Me pongo colorada solo con pensarlo ¿Por qué me sentiré así cuando le nombro?

Cuando llegamos a la escuela había un montón de padres y alumnos esperando ser atendidos por sus respectivos profesores. Pude observar que algunos tenían cara de preocupación, supongo que sería porque no habían aprobado todo, y otros, como yo, estaban felices y despreocupados. Estaba segura de que tendría unas buenas notas porque me había esforzado mucho durante el curso, a pesar de las constantes interrupciones de Lucas con sus tonterías.

Mientras esperábamos a que nos atendieran nos encontramos con Hugo y su padre, nuestros vecinos, que ya salían de hablar con su tutor. No se le veía muy contento y daba la impresión de que su padre estaba regañándole. Entonces nos acercamos a saludarles y mi papá le preguntó qué tal le había salido todo. En ese momento Hugo bajó la cabeza y no dijo nada, enseguida me di cuenta de que había suspendido.

-No muy bien la verdad, le quedó inglés. No sé qué vamos hacer con él -dijo su padre muy enfadado.

-Bueno hombre, no te pongas así que si solo dejo una tampoco es para tanto y seguro que en septiembre la recupera -le indicó mi papá.

-Pero es que siempre está igual, quita unas notas buenísimas y con el inglés no hay manera -seguía diciendo su padre.

-Jolines papá es que ese idioma es un rollo y no tiene sentido ¿Dónde has visto tú que se hable de una forma y se escriba de otra? Así no hay forma de aprendérselo -replicó Hugo intentando excusarse.

-La verdad es que algo de razón tiene y a mí tampoco me parece muy lógico ese idioma. De todas formas estoy segura de que la recuperarás porque tú eres un chico listo -le dije intentando animarlo y pensando que tampoco era tan extraño su razonamiento.

Aunque su padre no estaba muy de acuerdo con mi comentario y seguía insistiendo que aquello no podía ser, Hugo me miraba esbozando una pequeña sonrisa de complicidad en señal de agradecimiento por defenderle. La verdad es que me daba un poco de rabia por él porque era muy buen niño. Era de la misma edad que mi hermano Pedro y además de vecinos eran grandes amigos. Los dos acostumbraban a pasar muchas horas juntos jugando a la Play-Station y creo que ese era el problema por el que Hugo iba un poco justo en los estudios. Nos despedimos de ellos porque ya nos tocaba a nosotros y yo estaba impaciente por saber que diría mi maestra.

Entramos en la clase donde nos esperaba la señorita Paula, mi profesora. Al vernos nos invitó a pasar y con una sonrisa saludo a mi papá y luego a mí. A continuación, sacó el boletín de las notas y comenzó a explicarnos que había aprobado todo con una nota media de notable. Al escucharla se me iluminó la cara sintiéndome muy feliz conmigo misma. El esfuerzo de todo el año había merecido la pena. También me di cuenta de la satisfacción que sintió mi papá porque tenía una sonrisa de oreja a oreja. La maestra le contó que yo era una niña muy aplicada y tenía mucho potencial. Durante unos segundos me quedé pensando a qué se refería con lo de potencial ¿Sería algo de matemáticas? ¿De química quizás? De todas formas fuera lo que fuese parecía que era bueno.

-María tiene capacidad para estudiar la carrera universitaria que quiera y eso no todos los niños lo tienen -siguió diciendo la señorita Paula.

-Estoy seguro de que tiene razón, lo único que me preocupa es que con tantos cambios en la educación no podamos darle los estudios que se merece -dijo mi papá con una ligera tristeza.

-Es cierto que con estas nuevas leyes que están saliendo y todos los cambios que afectan sobre todo a la educación pública las cosas se están complicando para las familias con pocos recursos. Sería una verdadera lástima que niños con talento tuviesen que quedarse sin completar sus estudios por falta de medios -le respondió ella levemente apenada.

-De todas formas haremos lo imposible para que nuestra pequeña tenga las mejores oportunidades y no pienso permitir que ninguna ley trunque sus sueños de poder ser algo más -habló mi papá muy decidido.

En ese momento, le cogí de la mano para que sintiera que yo estaba con él y que entendía su malestar ante la posibilidad de que no pudiese estudiar lo que quería. Todo por culpa de las reformas que se estaban haciendo en la enseñanza pública. Me parecía injusto que tuviese que quedarme a las puertas de estudiar lo que quisiera por el simple hecho de no tener dinero para pagarme una carrera. Pero no quise pensar más en aquello, aún faltaba mucho tiempo y prefería saborear mis resultados académicos sin especular en nada más. Nos despedimos de mi maestra deseándole que disfrutase de un buen verano.

Al salir nos encontramos con mi amiga Clara y su tía. Al vernos nos abrazamos entre grititos de alegría felices por habernos encontrado. Ella también estaba muy contenta porque había aprobado todo. Quedamos en que nos veríamos durante el verano ya que probablemente ambas lo pasaríamos en la ciudad. Justo cuando nos despedíamos apareció Lucas y automáticamente empecé a notar como mi cara se ponía roja igual que un tomate. Se acercó a nosotras para saludarnos y nos dijo que él también había sacado buenas notas. La verdad es que no me extrañaba, era muy inteligente y de los primeros de la clase, a pesar de pasarse la mitad del tiempo haciendo bromas.

Finalmente nos despedimos de los demás compañeros deseándonos un buen verano. Clara y yo quedamos de vernos en la próxima semana. Fue en ese momento cuando Lucas, aproximándose a mí, me dijo que esperaba verme durante las vacaciones y que podríamos quedar algún día para ir a la piscina o al parque. Asentí con la cabeza sintiendo, una vez más, esa sensación extraña en mi estómago cada vez que él se me acercaba. Tengo la sensación de que este será un magnifico verano.