Hoy ha sido uno de esos días en los que entendí todos los enfados de papá. Fue la primera vez que sentí rabia y unas ganas tremendas de gritar, al comprobar lo injusto que era todo. La Señora Crisis estaba pasándose de la raya y amenazaba seriamente los derechos de la gente, ayudada por los políticos, que según me explicó papá, eran los que tomaban las decisiones que lo empeoraban todo. Siempre pensé que era un pelín exagerado y el tener que estar en casa sin trabajo, le había echo un refunfuñón. Pero hoy me he dado cuenta de que no era así.
Esta mañana salimos a buscar el pan y esperando el ascensor, nos encontramos con nuestro vecino Hugo y su padre. Me extrañó que Iker, su perrito, no fuese con ellos, y al preguntarle me contó que se había quedado en casa porque estaba algo pachucho. El que también parecía malito era su padre, ya que no tenía buena cara y estaba como triste. Entonces mi papá le preguntó si le ocurría algo y él le dijo que estaba agobiado por todo lo que estaba pasando. Que se sentía sin ganas de nada y que los políticos no pensaban en los ciudadanos. Como si no fuese bastante complicado salir adelante, para que ahora les quitasen la paga extra de navidad.
¿Cómo que les quitaban la paga extra? No entendía a qué se refería y le pregunté que era eso. Entonces me explicó que era un sueldo que les daban a todos los trabajadores por navidad. Supuestamente era para ayudarles con los gastos que traían esas fiestas y para que todas las familias pudiesen celebrarlas dignamente. Pero este año, debido a la crisis, el gobierno había decidido quitársela a los funcionarios como él.
-¿Funcionario? ¿Y qué clase de trabajo es ese? ¿De funcionar? -pregunté sorprendida.
-Es como se conoce a los trabajadores públicos, como los profesores, bomberos, policías, médicos, enfermeros, etc. -me explicó mi papá entre risas.
-¡Ah vale! ¿Y qué funcionario eres tú? -le pregunté al padre de Hugo.
-Yo soy celador de urgencias. Trabajo en el Hospital, ayudando a los médicos y enfermeras. También recibo a la gente que viene enfermita y la llevó adonde sea necesario -me contó.
-Vaya, parece un trabajo muy interesante -le dije.
-Pues sí María, es un trabajo que me encanta. Poder ayudar a los demás en esos momentos en que están enfermos y necesitan una mano amiga, es algo que me llena mucho -me dijo con una sonrisa.
-La verdad es que es una bonita tarea la que realizáis y muchas veces la gente no se da cuenta de vuestra labor -habló mi papá.
-Es cierto, pero a nosotros lo que nos importa es socorrer a quién lo necesita. Por eso después de veinte años dedicándome a esto con toda la ilusión y colaborando para el bienestar del paciente, suceden estas cosas y me quitan las ganas de todo -me explicó.
No me extrañaba que tuviese mala cara y que el pobre hombre se sintiese así. Además en su casa solo trabajaba él, ya que la mamá de Hugo era ama de casa. Por eso comprendía perfectamente su preocupación y que tuviese miedo a que las cosas se pusieran algo más difíciles para ellos. Sinceramente me daba pena la situación que atravesaba la familia de Hugo.
-La culpa es de la dichosa Señora Crisis que no sabe hacer más que fastidiar -dije de pronto muy enfadada.
-Tienes razón pequeña, pero nosotros no tenemos la culpa y no es justo que lo paguemos. Además cuando comencé en este trabajo, me compré una casa para mi familia contando con este sueldo, y si ahora, me lo recortan y me quitan lo que gano con mi sudor ¿Cómo pagaré? -habló el padre de Hugo con tristeza.
Después de aquellas palabras, nos quedamos callados sin saber muy bien que decirle. Mientras yo intentaba comprender cómo un gobierno, que supuestamente está al servicio de los ciudadanos, se dedica a perjudicarlos. No puedo entender que los mayores no hagan nada, porque mucho quejarse y después todos aceptan lo que les manden. Decididamente el mundo de los adultos no me gusta nada, y una cosa tengo clara, no pienso permitir que Iker, el perrito de Hugo, pase hambre por culpa de los recortes que sufre su familia ¡Ah no! Por ahí no paso.