A pocos días de que termine el
curso escolar, nuestra profesora, la señorita Paula, decidió que hoy haríamos
una pequeña salida fuera del colegio. A todos nos encantó la idea, ya que
cualquier actividad fuera del centro siempre era bien acogida. Esta vez
conoceríamos de primera mano el trabajo que realizan los Voluntarios,
concretamente los de la Cruz Roja.
Antes de salir nos recordó las
normas de comportamiento, a pesar de que ya somos mayores y se supone que nos las
sabemos de memoria. Creo que a los adultos les gusta mucho eso de repetir lo
que debemos y no debemos hacer ¿Acaso creerán que somos sordos? ¿O quizás que
no lo entendimos la primera vez que nos lo explicaron? De todas formas son
costumbres que ellos tienen y que a las que ya no les busco mucha explicación.
Solo espero que cuando yo sea grande no sea tan repetitiva.
Durante el camino, la señorita
Paula, nos fue explicando que la Cruz Roja era una institución humanitaria que
nació hacía 150 años, en principio con la intención de cuidar a los heridos en
tiempos de guerra. Poco a poco se convirtió en un movimiento internacional que
se dedicaba a ayudar a los demás, siempre con la inestimable ayuda de los Voluntarios.
-¿Alguien sabe qué son los
Voluntarios? -nos preguntó la profesora.
-Voluntarios son los que hacen
algo sin recibir nada a cambio -contestó Lucas muy seguro.
-Eso es, aunque sí que reciben
algo. Su labor es recompensada con la gratitud de las personas a las que
ayudan. Muchas veces una sonrisa o un simple gracias vale mucho más que
cualquier otra recompensa -nos contó la señorita Paula.
Me quedé durante un rato
meditando las palabras de mi maestra, y tenía razón cuando decía que, muchas
veces el agradecimiento era mejor que cualquier otra cosa. Yo había sentido eso
al hacer una buena acción. Recuerdo la satisfacción que me invadía y lo bien
que me sentía conmigo misma.
Así, ensimismada en mis
pensamientos y casi sin darme cuenta, llegamos al edificio donde se encontraban
las instalaciones de la Cruz Roja. No era un inmueble muy alto. Tenía tres
plantas y la fachada era de piedra con grandes ventanales de color rojo. En el
medio, había una enorme bandera blanca con una cruz roja en el centro. La
profesora nos explicó que este era el símbolo de la institución.
Entramos, y allí nos esperaba una
señora muy sonriente. Se presentó como la directora del centro y nos dio la
bienvenida. Con un gesto nos invitó a seguirla para enseñarnos las
instalaciones. Todos la seguimos observando curiosos y atendiendo a las
explicaciones que nos iba dando.
-Aquí está la pequeña centralita
donde recibimos las llamadas de la gente que necesita algún tipo de ayuda.
Debéis saber niños que nosotros intentamos ayudar a personas que están solas,
enfermas o son muy mayores y necesitan cuidados y compañía. También realizamos
campañas de recolección de ropa, alimentos y juguetes. Además de campañas para
promover el respeto a la diversidad y la dignidad humana, reducir la
intolerancia, la discriminación y la exclusión social. Por supuesto no seríamos
nada sin las donaciones desinteresadas de la gente y sin la maravillosa labor
de los Voluntarios.
-¿Qué hay que hacer para ser
voluntaria? -pregunté de pronto.
-Bueno, lo primero de todo es
querer colaborar y dar parte de tu tiempo libre a estar con los demás -habló de
repente una voz detrás de nosotros.
-Este es Ángel, uno de nuestros
voluntarios -dijo la directora a modo de presentación, mientras nos girábamos
para verle.
Nos saludo con una sonrisa y
nosotros con un “Hola” al unísono, al mismo tiempo que empezamos a hacerle un interrogatorio
lanzando preguntas a modo ametralladora. Sentíamos curiosidad por saber qué
hacían realmente los voluntarios. Una vez que consiguió calmarnos, nos condujo
a una sala que parecía como una de las aulas del colegio. Nos pidió que nos
sentásemos en las sillas que había y con mucha paciencia nos fue explicando qué
hacían exactamente.
Nos contó que intervenían para
que las personas mayores se sientan lo menos aisladas posibles. Atendían a las
víctimas de accidentes y participaban en rescates. Ayudaban y educaban a
jóvenes con problemas, enseñándoles valores. Jugaban con niños enfermos en
centros hospitalarios y colaboraban en la inserción social de personas
inmigrantes. También participaban en programas de atención a mujeres víctimas
de violencia doméstica, y en definitiva, luchaban por una sociedad más justa y
solidaria.
Me quedé embobada escuchándole.
Eso de luchar por una sociedad más justa y solidaria me encantaba. En ese
momento sentí que quería ser voluntaria, yo también quería ayudar. Estaba
decidida, y así sin pensarlo dos veces lo dije en voz alta “Quiero ser voluntaria”.
Al escucharme todos se quedaron en silencio, mirándome como si hubiese dicho
una locura. Solo Lucas me lanzó una sonrisa de complicidad que me hizo sentir
aliviada.
-Eso está muy bien pequeña,
cuantos más seamos, mucho mejor ¿Cómo te llamas? -me preguntó.
-Me llamo María, y me encantaría
poder colaborar -contesté entusiasmada.
-Estoy seguro de que lo harías
muy bien María, pero debes tener 16 años para ser voluntaria -me dijo al mismo
tiempo que la decepción cubría mi rostro.
-Entonces ¿no puedo ahora?
-pregunté con voz triste.
-Bueno si quieres puedes
acompañarme algún día a visitar niños enfermos en el hospital, te llevaré
encantado siempre que tus padres te dejen -me dijo Ángel.
-Oh sí, gracias. Seguro que me
dejan -contesté llena de alegría.
-De todas formas si dentro de
unos años sigues pensando igual, siempre podrás apuntarte para ser voluntaria.
Estoy seguro de que lo harás estupendamente -me explicó con una sonrisa.
Reconozco que aquella salida
escolar fue una de las mejores que tuvimos en todo el curso. No solo por lo
mucho que aprendí y porque iba a irme un día con Ángel a visitar niños
enfermos, sino porque comprendí, la importante labor de gente desinteresada que
dedicaba parte de su tiempo a ayudar a los demás. No solo en Cruz Roja, también
en todas las ONG que tanto bien hacen llevando consuelo y apoyo, aliviando en
cierta forma el sufrimiento de los demás.
En este momento donde la Señora
Crisis se ensaña con los más débiles y donde tantas familias lo están pasando
mal, poder contar con gente así es maravilloso. Lo tengo decidido, en cuanto
pueda me haré voluntaria.