Normalmente mi hermano Pedro vive
en su mundo particular. Baja de vez en cuando al nuestro para comer y poco más.
Mamá dice que son cosas de las hormonas, que a cierta edad, parece ser que se
revolucionan y provocan estos comportamientos tan extraños. Aunque no entiendo
muy bien eso de las hormonas, estoy un poco preocupada porque tengo miedo que a
mí también me pase. Quizás por eso me fijo más que nunca en mi hermano.
Principalmente para poder ir reconociendo los síntomas y así estar prevenida
para cuando me suceda a mí.
Pero esta semana estuvo más raro
de lo habitual. Incluso alguna vez le oí llorar en su habitación mientras
escuchaba alguna de esas canciones raras que tanto le gustan. Me moría de
curiosidad por saber qué le pasaba, así que esta tarde me decidí a preguntarle.
Aunque sabía que corría el riesgo de que me mandase a freír churros. Pero ya
nada podría detenerme, fue así como me armé de valor y entré en su cuarto sin
llamar.
-¿Qué haces aquí? ¿Acaso no te
enseñaron a llamar a la puerta? Lárgate -me indicó de malas maneras.
-Perdóname por entrar así. Pero
estoy preocupada por ti y quería que supieras que si puedo ayudarte en algo,
puedes contar conmigo -le contesté con una sonrisa.
Pensaba que me volvería a decir
que me fuese. Pero cual fue mi sorpresa, al ver que tras escuchar mis palabras,
se ponía a llorar como un niño pequeño. Entonces me acerqué hasta su cama y me
senté a su lado. No dije nada…solo le abracé. Mamá siempre dice que los abrazos
tienen poderes curativos, y es cierto, ya que después de unos minutos
abrazados, se fue recuperando y poco a poco dejó de llorar.
-Gracias María, eres un ángel y
perdóname por haberte hablado así -me dijo todavía entre lágrimas
-No te preocupes, no pasa nada.
Pero me gustaría que me contases qué te ocurre, a lo mejor puedo ayudarte -le
dije.
-Te lo agradezco hermanita, pero
eres un poco pequeña para entender ciertas cosas -me explicó.
-Bueno no te creas, soy más mayor
de lo que parece. Anda confía en mí -le contesté.
Entonces comenzó a contarme que
todo era por una chica. Al parecer llevaba meses saliendo con ella y estaban
enamorados. Pero desde hacía unas semanas ella se mostraba rara y arisca con
él. Finalmente anteayer la chica lo llamó para decirle que ya no sentía lo
mismo y no quería ser mas su novia. Por eso estaba así de mal y no podía dejar
de pensar en ella. Después de oír la historia, yo no sabía muy bien que decir.
Pero me daba mucha pena ver a Pedro tan triste.
-¿Has intentado hablar con ella?
No sé, a lo mejor deberías preguntarle qué ha cambiado -dije de pronto.
-No hemos vuelto a hablar desde
que lo dejamos. Me siento tan mal que no tengo ganas de nada. Además tampoco sé
muy bien qué decirle, si no me quiere ¿qué puedo hacer yo? -me contó.
-Mira Pedro, yo no entiendo mucho
de estas cosas. Pero te diré algo, no creo que esa chica ya no te quiera, a lo
mejor esperaba algo más de ti que tú no le has dado y por eso decidió dejarlo.
Si yo fuese tú intentaría reconquistarla y hablar con ella, pero no me rendiría
tan fácilmente. Mamá siempre dice que uno debe luchar por lo que cree y por lo
que ama. Porque tú la sigues queriendo ¿verdad? -le pregunté.
-Claro que sí, con todo mi
corazón -me respondió entre sollozos.
-Pues no te rindas, y si al final
no puede ser, al menos lo habrás intentado -le dije.
-Eso haré, gracias peque. Me
siento muy orgulloso de tenerte como hermana, eres la mejor y te quiero mucho
María -me dijo mientras volvía a abrazarme.
Me sentía muy feliz en aquel
momento abrazada a mi hermano. Sobre todo porque había confiado en mí y nos
apoyábamos el uno en el otro. No sé si esa chica y él volverán juntos, pero lo
que si sé es que el amor parece ser algo más complicado de lo que yo me
imaginaba. Solo espero que cuando sea mayor no tenga esos problemas y el día
que me enamore sea para siempre. Mientras meditaba esto vino a mi cabeza la
imagen de Lucas, eso era algo que me intrigaba mucho y me ponía nerviosa. En
fin, lo importante ahora era que Pedro se sintiese mucho mejor y que no se
rendiría así como así.