Ayer noche regresamos a casa
después de pasar la Semana Santa en la granja de los abuelos. A todos nos vino
estupendamente disfrutar de unos días en el pueblo. Como decía mi papá, allí
las cosas son más sencillas y todo es más sano que en la ciudad. No tenía muy
claro de si eso era así, o no, pero lo cierto es que durante esos días, él estuvo
relajado y feliz. Consiguió olvidarse de la Señora Crisis y de todo lo que
la envuelve, y solo por eso ya mereció la pena pasar aquel tiempo en la aldea. Por
eso, y porque volví a encontrarme con Andrea, la niña que conocí en el verano y
con la que nadie quería jugar. La verdad es que me alegré mucho de verla y ella
también se puso muy contenta, tanto, que vino a darme la bienvenida cuando se
enteró de que estaría allí aquella semana.
Después de saludarnos y
abrazarnos, nos pasamos media tarde charlando de nuestras cosas. Me contó que los
niños del pueblo seguían rechazándola, y todo por culpa, de ese pequeño
trastorno que sufría llamado Hiperactividad. Debido a esto le costaba estarse
quieta, prestar atención y concentrarse, por eso actuaba por impulsos y no era
capaz de medir las consecuencias de sus actos. A pesar de todo, era una niña
encantadora, muy cariñosa y de buen corazón. Ella sufría mucho por este rechazo
y por todas las burlas que tenía que soportar. A mí me daba mucha pena que se
portasen tan mal con ella y que fuesen tan crueles. Fue por eso que les pedí permiso
a los abuelos para invitarla a pasar el fin de semana conmigo. Así podríamos
pasar tiempo juntas, charlar y jugar, ya que yo era la única que quería estar
con ella. Por supuesto, aceptaron encantados.
Fueron unos días fantásticos, en
los que no solo nos dedicamos a divertirnos, también colaboramos en las tareas
de la casa. Ayudamos a la abuela en la cocina, dimos de comer a los animales de
la granja y fuimos juntas a las procesiones de la parroquia. Lo pasamos muy bien y todo fue muy divertido. Tan
solo hubo un suceso, bastante desagradable y que no me gustó nada, que empañó
un poco aquella maravillosa semana. Todo sucedió el sábado por la tarde. Mi
abuelo nos pidió que le acompañásemos al pueblo para comprar unas cosas que le
hacían falta. Cuando llegamos, vimos unas niñas que jugaban en la plaza. Eran
cuatro y estaban saltando a la comba, así que mientras mi abuelo realizaba sus
compras, nosotras nos aproximamos hasta ellas.
-Hola María ¿Quieres jugar con
nosotras? -me preguntó una de las niñas.
-Vale, estupendo -le contesté, al
tiempo que Andrea y yo nos acercábamos para saltar con ellas.
-Pero ella no, solo puedes jugar
tú, la retrasada que se vaya -me dijo refiriéndose a Andrea y sacándole la
lengua.
-Ella no es nada de eso y no
entiendo porqué no puede. Además, está muy feo lo que has dicho -hablé
ligeramente molesta.
-Es la verdad, es tonta y no sabe
comportarse. Mi madre dice que es una mala influencia para todas nosotras -me
replicó.
Entonces las demás niñas rodearon
a Andrea y comenzaron a insultarla, al tiempo que le daban empujones. Viendo
que ella se ponía cada vez más nerviosa, intenté protegerla mientras les pedía
que la dejasen en paz, pero no me hacían caso. En ese momento, ocurrió algo
inesperado, tan presionada se sintió que agarró una piedra del suelo y la lanzó
contra ellas, con tan mala suerte que alcanzó a una en un brazo. Durante unos
minutos nos quedamos paralizadas y sin saber qué hacer. No podía creer lo que
había pasado. De pronto, la niña empezó a gritar como si le hubiesen roto algo.
Rápidamente me acerqué para ver si era así y me di cuenta de que no había sido
nada. Por fortuna solo la rozó y ni siquiera le hizo una herida, aunque
probablemente le saldría un moretón. En cambio ella no dejaba de chillar y
llorar diciendo que la había lastimado mucho. Tal era el alboroto que formaba,
que la gente que estaba comprando en la tienda salió para ver qué pasaba, entre
ellos mi abuelo y el padre de aquella niña.
-¿Qué pasó? ¿Quién te hizo daño? -preguntó
su papá acercándose a la chiquilla.
-Fue Andrea que esta loca, llegó aquí,
y sin decir nada me tiró una piedra -contestó entre lágrimas.
-Eso no fue así. Es cierto que le
tiró una piedra y que estuvo mal, pero ella la provocó diciendo que era una
retrasada y no dejándola jugar -le expliqué.
-Me importa bien poco lo que le haya
dicho, esa niña no está bien y no es normal que tire nada. Ahora mismo voy a
junto de su padres y se van a enterar -replicó el hombre muy enfadado.
-No es justo, ella hizo mal pero
no toda la culpa es suya. Ellas no dejaban de insultarla -le contesté muy
seria.
-Deberías ponerle un poco de
educación a tu nieta, estas niñas de ciudad se creen que todo vale -le dijo
aquel señor a mi abuelo.
Entonces mi abuelo, muy tranquilo,
como solía ser él, se acercó al padre de aquella niña y poniéndole una mano en
el hombro y le dijo:
-Parece mentira que te pongas así
por una chiquillada, al fin y al cabo no pasó nada y son cosas de críos ¿Acaso
has olvidado cómo eras tú de pequeño? Seguro que no. Es nuestra responsabilidad
educar bien a estos niños que son nuestro futuro, enseñarles a valorar a las
personas por lo que son y no crearle prejuicios hacia los demás por ser
diferentes. Eso es algo que mi nieta entiende muy bien, y si hoy pasó esto, es
porque tu hija no lo entiende. Enséñala a respetar y perdonar a los demás, pero
no te olvides, mi querido amigo, de practicar con el ejemplo.
Después de sus palabras, el
silencio se apoderó de la plaza. Durante unos minutos nadie sabía muy bien qué
decir, y fue precisamente Andrea, la primera en hablar. Se acercó a aquella
niña y le pidió perdón, diciéndole que se sentía avergonzada por su
comportamiento y que no volvería a ocurrir. Bueno, la verdad, es que todos se
sentían avergonzados, y terminaron por disculparse con ella. Mientras yo agarraba
la mano de mi abuelo, apretándole con fuerza y sintiéndome muy orgullosa de ser
su nieta. Él, guiñándome un ojo, me dedicó una sonrisa y me devolvió el apretón
¡Qué feliz me sentí en aquel momento!
ostras Lúa, la historia de hoy tiene momentos hasta dramáticos diría yo y aunque tiene un final feliz con moraleja incluida, me parece bien que María nos cuente esas partes menos tiernas que a veces tienen los niños debido a los prejuicios de los padres. Muy buena la historia, muy bien los diferentes formatos y adelante cariño.
ResponderEliminarLa historia de hoy pretende ser un homenaje a la sabiduría de los abuelos que tantas cosas nos enseñaron. Espero que los padres se den cuenta que muchas veces meten prejuicios a sus hijos que lo único que consiguen es la insolidaridad y la crueldad.
EliminarGracias por tu comentario mi querida amiga.
Un biquiño
Bellísimo!! Que gran lección la mayoría de las veces los hijos son un reflejo de los padres, no siempre por supuesto, me ha gustado mucho. Los padres debemos ser los primeros en hacer que nuestros arbolitos, nuestros hijos, crezcan dando flores y frutos buenos. Gracias Lua, besos
ResponderEliminarGracias Nani, me alegro mucho que te guste y tienes razón, debemos cuidar que nuestros arbolillos crezcan derechos y den buenos frutos.
EliminarUn biquiño guapa
Preciosa, conmovedora, contagiosa con ese saber estar que nos tienen acostumbrados María y su familia.
ResponderEliminarGracias Debbie me encanta que te guste y disfrutes leyéndolas.
EliminarUn biquiño guapa
¡Buenas noches Lua! Estoy impresionada con la historia de hoy, muy buena. Hay de todo pero tiene un fondo que me gusta es el no discriminar a nadie y muy bien por el abuelo, y María estuvo maravillosa es habitual en ella. Una muy buena lección tanto para los padres como para los niños .genial de verdad te superaste en todo. Gracias como siempre y disfruté mucho leyéndola.
ResponderEliminarFeliz noche Lua hasta mañana preciosa.
Bikiños Linda
¡Buenas noches Mila! Me alegro que te haya gustado cielo, es un pequeño homenaje a los abuelos que tantas cosas nos enseñaron y también un toque de atención para aquellos padres que no se dan cuenta de que, a veces, con su actitud estropean a sus hijos y no les enseñan como debe ser. Nadie debe discriminarte por ser diferente, esa es la lección que quiero dar.
EliminarFeliz noche preciosa,
Montones de biquiños
Muy buen relato! Te felicito. Un bico.
ResponderEliminarGracias Maria Luisa, un biquiño guapa
EliminarBuenas noches Lua y Maria me gusto mucho la historia es un problema que aun exisiste, los padres tienen que enseñar a sus hijos a respetar a los demas los niños son un ejemplo de lo que ven,Me impresiono y al mismo tiempo me emocione mucho, soy abuela les cuento miles de istorias a mis nietos,les inculco el respeto y la umildad para con los demas, Bravo Lua y Maria como siempre Maravilloso un biquiño Asun.
ResponderEliminarBuenas noches Asun, me alegro mucho que te gustase la historia. Sois las abuelas como tú las que hacéis mejores personas a vuestros nietos. No dejes de contarles cuentos, son importantes para crecer felices.
EliminarUn biquiño reina.