Esta mañana cuando entré en la
cocina me llevé una sorpresa. Me encontré a papá atareado preparando el
desayuno. Normalmente era mamá la que lo hacía, por eso que verle a él allí, era
algo insólito. Estaba tan animado que hasta canturreaba una melodía que no
logré distinguir. Encima de la mesa tenía una bandeja donde había colocado:
zumo de naranja, tostadas, mantequilla y mermelada. En el centro de la fuente
había un pequeño jarrón de cristal con una preciosa rosa roja dentro. Entonces
pensé que quizás algo había pasado entre mis padres, no sé. A lo mejor habían
discutido, seguro que hizo algo que no debía, y ahora pretendería arreglarlo.
-¿Qué haces papi? ¿No me digas
que mamá se enfadó contigo y estás intentando que te perdone? A eso se le llama
hacer la pelota, ¿sabes? -le dije.
-No cariño, no es nada de eso -me
dijo entre carcajadas-. No seas mal pensada nena, es que hoy es San Valentín,
el día de los enamorados, y quiero sorprender a tu madre llevándole el desayuno
a la cama.
-¡Oh, no me digas! ¡Qué detalle
más bonito! Seguro que le encanta -le dije con una sonrisa.
Entonces agarró la bandeja que
había preparado con tanto amor y se dirigió hacia su habitación. Nada más
entrar, pude escuchar a mamá agradeciéndole muy contenta aquella agradable
sorpresa. También les escuché felicitándose y diciéndose lo mucho que se querían.
Me gustaba mucho ver a mis padres así de enamorados. La verdad es que siempre
les había visto así. Ellos acostumbraban a demostrar lo mucho que se querían
todos los días, no hacía falta que fuese especial para darse cuenta de cuánto
se amaban.
-Vamos pequeñaja, espabílate que
se hace tarde para ir al colegio -me habló de pronto mi hermano Pedro,
sacándome así de mis pensamientos.
-¡Hala, qué tarde es! -dije
corriendo hacia mi habitación para vestirme.
Rápidamente terminé de arreglarme
para volver a la cocina a desayunar. Mientras papá me metía prisa porque con
tantas historias era tardísimo. Estaba terminando de beber la leche cuando sonó
el timbre. Era Clara que venía a buscarme acompañada de su tía. Mi papá y ella
hablaron unos minutos, y finalmente, decidieron que me iría con ellas. Así papá
podría quedarse en casa a disfrutar del día con mamá.
Nada más llegar al portal, y casi
sin saludarnos, le conté a Clara el bonito detalle que tuvo mi padre con mi
madre. Comenzamos a hablar, emocionadas, pensando en el día en que nosotras
fuésemos mayores. La verdad es que a mi no me preocupaba mucho ese tema, pero a
mi amiga le encantaba imaginar cómo sería ser mayor y tener novio. Casi sin
darnos cuenta, llegamos al colegio. Nos despedimos de su tía y corriendo
cruzamos el patio para dirigirnos a nuestra clase. Una vez dentro, nos
aproximamos a un grupo de niños que charlaban animadamente. Entre ellos estaba
Lucas, que nada más verme, me saludó y me pidió que le acompañase un momento
que quería darme algo.
Entonces nos fuimos hacia una
esquina de la clase. Una vez allí me entregó una postal de color rosa que tenía
un precioso osito dibujado en la portada. Estaba sonriendo y llevaba entre sus
manos un pequeño corazón de color rojo, y en el centro de este, ponía en inglés
la palabra “LOVE” Durante unos segundos me quedé mirándola sin saber muy bien
que decir. Comencé a pensar que aquella era una de esas postales de San
Valentín ¡Ay dios mío! Con manos temblorosas, la abrí lentamente. Por dentro
había dibujados muchos corazoncitos y en medio de ellos decía: “Para la chica
más guapa de todas” “Feliz día”
-Estaba en la librería comprando
unos bolis y la vi. No sé porqué, pero pensé en ti al verla y creí que te
gustaría -me explicó ruborizado.
-Gracias Lucas, es muy bonita
-contesté ligeramente nerviosa.
-Si te parece bien, podíamos
quedar por la tarde en el parque e ir a patinar ¿te gustaría? -me preguntó.
-¡Si qué bien! ¿Yo también puedo
ir? -dijo Clara apareciendo de repente.
-Pues claro que si -le contestó
Lucas a regañadientes.
-¡Genial! Pues quedamos a las
cinco en el parque -volvió a decir mi amiga, mientras me agarraba del brazo
para que volviésemos a nuestro pupitre-. Te voy a decir una cosita, no pienso
dejarte sola con ese, le veo un poco lanzadillo -me dijo al oído.
El resto de la mañana pasó sin
darme cuenta. Me sentía un poco extraña por lo que había pasado, pero no quise
pensarlo más. Cuando terminaron las clases salimos corriendo hacia el patio.
Allí nos despedimos de Lucas hasta la tarde. Mientras Clara y yo quedábamos en que
vendría a recogerme al terminar de comer. Ya solo deseaba que las horas pasaran
lo más rápido posible ¿Pero porqué tenía tantas ganas de ir al parque? ¿Y
porqué sentía aquella extraña sensación en el estómago? ¿Tal vez era hambre?
Decidí no hacerme más preguntas y limitarme a disfrutar del día.
Finalmente fue una tarde estupenda
y los tres lo pasamos muy bien. Patinando y comiendo chuches que Lucas nos había
traído. En ningún momento Clara nos dejó solos, no sé muy bien qué le pasaba,
pero su comportamiento era un poco extraño. A pesar de eso, nos divertimos
mucho juntos y fue la primera vez que el día de San Valentín era distinto. Aunque
había algo que seguía intrigándome, y era aquel cosquilleo que tenía en el
estómago, el cual empeoraba cada vez que Lucas se me acercaba.