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lunes, 2 de julio de 2012

Todos con la roja

Este domingo en mi casa se montó una auténtica revolución, bueno… creo que fue en todas las casas. El motivo fue un partido de fútbol. Es increíble como un deporte, que a mí me parece un poco aburrido, es capaz de movilizar a tanta gente, que digo ¿gente? a todo un país. Al parecer los nuestros jugaban la final de la Copa de Europa, que según tengo entendido, es algo muy importante y por la que todo el mundo estaba nervioso. Todas las calles, comercios y los balcones de las viviendas se llenaron de banderas rojas y amarillas. La gente no hablaba de otra cosa que no fuese el partido de fútbol, y por un momento todos olvidaron a la Señora Crisis, a los políticos, a los recortes en educación, sanidad, etc.

Nadie parecía estar indignado ese día, al contrario, todos estaban contentos ante el magnifico acontecimiento que nos esperaba esa noche. Hasta papá no parecía el mismo, apenas miró las noticias y nada de lo que dijeron le importó como otras veces. Decía que había que disfrutar del momento y saborear las cosas buenas que nos pasaban. Lo único que no acababa de entender, es en qué nos afectaba a nosotros que ganase o perdiese nuestro equipo. Al fin y al cabo las cosas seguían siendo las mismas y nuestros problemas no desaparecían. Pero bueno, tampoco quería ser yo la que amargase la fiesta a nadie, así que me uní a la alegría generalizada por un partido que no acababa de comprender muy bien.

Aquella tarde salimos mi hermano Pedro, papá y yo a dar una vuelta, antes del gran acontecimiento. Cuando llegamos al portal de nuestro edificio nos encontramos con Hugo y con su perrito Iker. Este llevaba una camiseta roja con el número 12 que le quedaba muy chula. Estaba muy simpático con ella.

-¡Hala que guapo está Iker! ¿Y por qué lleva el número 12 en la camiseta? -pregunté intrigada.

-El número 12 representa al último jugador del equipo -me contestó Hugo.

-¿Qué me dices? ¿Iker también va a jugar? -pregunté sorprendida.

-No María, claro que no, solo es una forma de representar a los seguidores de un equipo. Esto quiere decir que los aficionados somos el jugador número 12 y que los ayudamos a ganar con nuestro apoyo y ánimo -me explicó él entre risas.

La verdad no me quedó muy claro lo del dichoso número 12, pero no quise preguntar más porque intuía que era alguna cosa de esas de mayores que no tenían mucha explicación. Entonces papá le dijo a Hugo, si quería ver el partido en nuestra casa. Además pediría unas pizzas para que cenásemos todos juntos.

-Me parece estupendo, gracias. Pero mejor pedimos comida china no vaya a ser que se nos atraganten las pizzas -respondió él.

-No entiendo por qué se nos van a atragantar. Si las comemos despacio no tiene porque pasar nada -dije yo muy seria.

En ese momento todos comenzaron a partirse de risa, mientras yo me preguntaba que había dicho de gracioso. Entonces Pedro me explicó que lo decía porque jugábamos contra Italia y como esa era una comida típica de ese país, era mejor no tentar a la suerte. ¡Bueno lo que me faltaba por oír! De todas formas a mí me daba igual, mientras no comiésemos lentejas…

Por fin llegó el tan esperado momento. Al final pedimos comida china…por si acaso. Nos reunimos todos alrededor del televisor. Mamá puso unos cojines en el suelo para que nos sentásemos Iker y yo. Una vez colocados, comenzó el partido. Nuestro equipo lo hacía genial, por lo que a los pocos minutos llegó el primer gol, y con él, la locura.

-¡Gooooooooool! -gritamos todos a la vez, hasta Iker, bueno…él ladraba como un loco.

Pero en ese momento los italianos empezaron a atacar nuestra portería y los nervios comenzaron a apoderarse de nosotros. Sin embargo no les sirvió de mucho, ya que pocos minutos antes de terminar el primer tiempo, España marcó el segundo gol.

-¡Goooooooool! -volvimos a gritar emocionados, menos Iker que volvía a ladrar sin control y sin saber porque gritábamos.

Así llegó el final del primer tiempo. Mientras esperábamos a que comenzase el segundo, mamá aprovechó para poner la comida que habíamos pedido. Estábamos felices y no parábamos de comentar todas las jugadas, al tiempo que devorábamos la estupenda cena china. Una vez termínanos, recogimos todo y nos dispusimos a ver el final del partido. Nada más comenzar el segundo tiempo, volvieron los nervios… y los líos.

-¡Árbitro, eso es mano! -decía papá indignado.

-Pues yo no he visto nada ¿y tú Iker? -le pregunté al perrito que me contestó lamiéndome toda.

-Bueno, tranquilos, lo importante es que vamos ganando -dijo mamá que también estaba nerviosa, a pesar de que no le gustaba el fútbol.

En ese momento llegó el tercer gol. Con él estallo la locura más grande de todas. Se escuchaban los gritos de los vecinos y también a la gente que pasaba por la calle. Pero aún no nos habíamos recuperado cuando llegó el último y definitivo. Todos cantábamos ya el ¡Campeones, oeoeoeoe!

Después de unos interminables minutos en los que mi padre no paraba de hablar, mi hermano Pedro se levantaba y sentaba del sofá, Hugo no paraba de morderse las uñas, mi madre se tapaba la cara cuando había una acción de peligro contra nuestra portería e Iker no dejaba de dar vueltas sin entender que nos pasaba, llegó el final del partido.

Éramos campeones, habíamos ganado la Eurocopa, y según mi papá, habíamos hecho historia. Todo era alegría y felicidad, saltábamos, nos abrazábamos y por un instante no había nada por lo que preocuparse. Fue un momento emocionante y a pesar de que no tenía muy claro que es lo que habíamos ganado, ya que seguíamos siendo pobres igual, me sentía contenta por la alegría que aquel partido había traído a mi familia ¡Felicidades a todos!

5 comentarios:

  1. Que bonita historia. Yo tampoco entiendo muy bien qué se celebra en un país que empobrece a marchas forzadas, pero bueno, al menos la gente tuvo un momento de alegría. Comparto con María sus interrogantes, y una vez más, genial esta niña, jejeje. besos a ella y a su autora.

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    1. Bueno yo también comparto los interrogantes, pero no queremos ser aguafiestas y nos uniremos a la mayoría. Gracias por tu comentario, por tu tiempo, y sobre todo, por estar siempre ahí, apoyándome.
      Un biquiño :)

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  2. Claro que sí, siempre es bienvenida un poquito de esa alegría que tanta gente necesita, incluida María. Es bueno chillar, desahogarse, reir, saltar... Claro que sí, es una manera de demostrar que tenemos ganas de vivir.
    Sólo que me encantaría ver Madrid tan inmensamente lleno de gente por otras causas.
    Bueno, de momento, hemos demostrado que somos capaces de unirnos para algo, eso también es motivo de alegría.
    Felicidades, Lúa, campeona.
    Un biquiño, amiga.

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  3. A mí también me encantaría ver a la gente movilizarse por las cosas importantes y no solo por acontecimientos deportivos. Pero bueno un poco de alegría no viene mal. Gracias Fernando por estar ahí.
    Un biquiño amigo.

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  4. Mila Miguélez Teixeira3 de julio de 2012, 0:01

    ¡Buenas noches Lua! jajajaja Fantástica la historia de hoy mucho me reí con ella María es única con esa dulzura e inocencia a la vez..Bonita muy bonita ella tan feliz viendo a su familia tan feliz por unos momentos razón tiene ese día nadie se acordaba de lo mal que vamos hoy ya volvimos a la realidad e indignarnos más cada día más...Gracias cielo besitos muchos:-))♥

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