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lunes, 6 de febrero de 2012

El árbitro fue el mejor en el partido de fútbol

El fútbol siempre me había parecido un deporte muy aburrido. No comprendía toda la expectación que se creaba alrededor de un partido y como la gente se volvía loca cuando su equipo marcaba un gol. A mi papá le encantaba y era capaz de pasarse los fines de semana viendo todo lo que daban en televisión sobre fútbol. No solo miraba los partidos de su equipo favorito, sino que además veía todos los reportajes que hacían sobre los demás.

Esta afición de papá era algo que a mamá no le hacía ni pizca de gracia. Sobre todo cuando llegaba el domingo y ella se empeñaba en que saliésemos todos juntos a dar una vuelta por la ciudad. En ese momento se montaban unos auténticos dramas, porque a papá no había forma humanamente posible de moverlo de su sofá. Eso provocaba enfados entre ellos y que muchas veces acabásemos saliendo nosotras solas a pasear.

Pero este mediodía cuando papá llegó a casa anunciando que tenía una sorpresa para esta tarde, mamá se puso muy contenta pensando que por fin sería un domingo normal y sin fútbol. ¡Pobre mamá que equivocada estaba!

-Mirad lo que me acaban de regalar -dijo papá entusiasmado-. Son cuatro entradas para el partido de hoy por la tarde.

-¿Entradas de qué? -preguntó mamá ligeramente mosqueada.

-De que van a ser mujer, de fútbol. Me las ha regalado el de la cafetería y como siempre te estás quejando de que no hacemos nada los domingos, pues he pensado que sería una forma divertida de salir y pasar un buen rato -explicó papá muy convencido.

-Bueno lo que me faltaba por oír, encima voy a tener que agradecerte el detalle -dijo mamá en tono irónico.

-Venga mamá, no te pongas así. Seguro que papá lo ha hecho con buena intención -indiqué intentando poner un poco de paz.

-Sí, sí, estoy segura de ello. Pero está bien, iremos. Por lo menos saldremos a que nos dé el aire -concluyó mamá con una leve sonrisa.

Papá se puso tan contento que comenzó a abrazarla y besarla, mientras ella hacía como si se resistiese. Me gustaba mucho ver a mis padres así y aunque no me apetecía pasar la tarde viendo fútbol, decidí en aquella ocasión apoyar a papá ya que él también hacía muchas cosas por mí.

Cuando parecía que todo estaba decidido, surgió un pequeño inconveniente. Mi hermano nos dijo que él no podría ir ya que había quedado con un compañero para terminar un trabajo de ciencias. Fue en ese momento cuando a mamá se le ocurrió una fantástica idea. Decidió llamar a los padres de Clara para que la dejasen venir con nosotros y así podríamos pasar la tarde juntas.

Una hora antes de que empezase el partido fuimos a recogerla y, a continuación, nos dirigimos hacia el estadio. Durante el camino no parábamos de hablar de lo contentas que estábamos por este día inesperado, pero mamá nos hizo callar para recordarnos las normas y reglas que teníamos que seguir: “siempre juntas”, “no os separéis”, “poneos donde pueda veros” ¡Qué pesada era! Aunque entendimos perfectamente su preocupación, ya que nada más llegar nos dimos cuenta de que aquello estaba abarrotado de gente y era bastante fácil perderse entre la multitud.

En los alrededores del estadio había puestos de ropa: camisetas, bufandas y gorros con las insignias de los equipos de fútbol. Pero a Clara y a mí, lo que más nos llamó la atención fue el puesto de perritos calientes y como auténticas flechas nos dirigimos hacia él. Entonces papá, al ver que se nos caía la baba mirándolos, nos compró uno para cada una y de postre un par de bolsas de pipas. ¡Aquello sí que era una merienda guay!

Después de guardar nuestra comida en una bolsa, papá comenzó a meternos prisa ya que faltaba poco para que se iniciara el partido. Una vez dentro, ocupamos nuestros asientos, mientras los jugadores comenzaban a calentar. Aunque no sé muy bien lo que calentaban, ni con qué lo hacían, porque allí no se veía ningún fuego.

En las gradas la gente cantaba y coreaba el nombre de sus equipos. Todos parecían muy contentos. Entonces salió un señor vestido de negro que según papá era el árbitro, y unos minutos después, éste hizo sonar su silbato y se inició el partido. Como Clara y yo no nos enterábamos de mucho, comenzamos a saborear nuestra merienda especial y justo cuando estábamos terminando, nuestro equipo marcó el primer gol. Además de quedarnos sordas, yo me atraganté con el tremendo susto que llevé al escuchar el descomunal griterío que se formó. Aunque la alegría les duró poco, ya que el otro equipo empató rápidamente. De nuevo la gente gritó, pero esta vez unas cosas muy raras:

-¡Árbitro! ¡Eso es fuera de juego!

-¿Fuera de juego? Pues yo no he visto que saliese del campo ¿Tú has visto algo? -pregunté a Clara.

-No sé, la verdad es que yo tampoco lo vi salir -contestó ella tan desconcertada como yo.

-No niñas, no significa que salga del campo. Solo es una regla de fútbol que ocurre cuando en el momento del pase, entre el delantero y el portero contrario no hay ningún defensa -explicó papá.

Aunque agradecimos su explicación, la verdad es que nos quedamos igual, sin entender nada. Pero asentimos con la cabeza como si lo hubiésemos comprendido perfectamente. Por fin llegó el descanso, que aprovechamos para ir al baño y comprar unas botellas de agua ya que con tantas pipas estábamos muertas de sed.

En el segundo tiempo todo continuó igual, exceptuando que la gente seguía diciéndole cosas raras al pobrecito del árbitro. Le llamaban “cucaracha”, que supongo que sería por qué iba vestido de negro. También se escucharon otras cosas peores, que no pienso escribir. Incluso algunos le culpaban por el resultado del partido que terminó en empate. Pero a Clara y a mí no nos pareció justo cómo le trataron, así que decidimos aplaudirle y animarle porque para nosotras había sido el mejor de todos. No le pegó patadas a nadie, ni dio empujones a los jugadores, lo único que no me gustó es que cada vez que se enfadaba mostraba unas tarjetas de colores. Casi siempre eran amarillas, pero también enseñó una roja provocando las iras del público. Parecía más un semáforo que una persona. De todas formas había que comprenderle, al pobre no le dejaban tocar el balón. Lo único que podía hacer era pitar y enseñar tarjetas.

5 comentarios:

  1. hola maria me guta mucho tu blog y ya me he hecho seguidora tuya hazte tu tambien seguidora mia por fa mi blog es este:http://the-diary-of-yordanka.blogspot.com/

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  2. Deberías de plantearte seriamente escribir cuentos para publicar.
    Es una delicia leerte.

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  3. y para que escribes un cuento de ti

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  4. Bueno, no muchas niñas y no tan niñas entienden el futbol..Hoy en día aunque lo entiendan, no pueden ir a verlo, por lo riesgos que se corren..¡ Muy bonito Lua..!!!

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