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lunes, 23 de enero de 2012

De compras en el Centro Comercial

Los fines de semana por la tarde, acostumbramos a ir al centro comercial para hacer la compra. Mamá siempre insiste en que debemos acompañarla para que nos demos cuenta  lo que gastamos y así también aprendamos a ahorrar. A mi me gusta mucho ir al centro comercial, porque hay un montón de cosas y casi siempre me acaban comprando algo.

Éste sábado antes de salir, mamá revisó todo lo que nos hacía falta, y como siempre, nos dijo que no compraríamos nada que no estuviera en la lista de la compra. Pero eso suele ser una verdad a medias. Casi siempre acabamos adquiriendo alguna cosa que no necesitamos, aunque lo que yo no sabía, es que esta vez mamá lo decía muy en serio.

Una vez en el centro comercial, lo primero que hicimos fue entrar al supermercado donde están todas las cosas de comer. Es la parte que menos me gusta. A mi me da igual lo que compre de comida… siempre y cuando no sean lentejas, claro.

Mamá comenzó comparando precios y eligiendo las cosas más baratas, mientras me explicaba que esa era la forma de ahorrar. Yo la miraba extrañada. Hoy se fijó, más que nunca, en lo que costaban las cosas y no entendía muy bien, por qué de pronto le había dado por ahorrar tanto.

Al terminar de comprar todas las cosas que había apuntado en la lista, nos dirigimos a la caja, que es donde se paga. Una vez allí descubrí algo fantástico. En un lateral de la caja había unos bolígrafos de Barbie preciosos. Eran de color rosa, con la Barbie bailarina dibujada y con un cordón para colgarlo del mismo tono.

-Mami ¡Cómprame este! Mira que bonito -dije entusiasmada cogiendo uno entre mis manos.

-Lo siento María, pero no podemos gastar más por hoy -contestó muy seria. -Y haz el favor de dejar eso en su sitio.

-Vaaaa mamá… Por favor -insistí suplicando.

-¡Basta nena! Ya te he dicho que no -respondió algo molesta.

-Pero ¿Por qué no? ¿Acaso somos pobres y por eso no me lo compras? -pregunté insolente.

Entonces, papá me cogió de la mano y me llevó fuera del supermercado, mientras yo me resistía muy enfadada. No me parecía justo. Ellos compraban lo que querían y yo no podía tener un bolígrafo de la Barbie.

-Escucha María, tú sabes que yo ahora no tengo trabajo y tenemos que apretarnos el cinturón -explicó papá intentando tranquilizarme.

-¿Qué cinturón hay que apretar? ¿El del pantalón? -pregunté sorprendida.
-No cariño, es una forma de hablar. Quiero decir que ahora no podemos gastar como cuando yo trabajaba. Ya sabes que tenemos que pagar la casa, la comida y todas esas cosas que necesitamos para el día a día. No podemos gastar dinero en caprichos y a ti no te hace falta ese bolígrafo ¿Entiendes María?

-Vamos, que somos pobres -repliqué enfadada.

-No se trata de ser pobres cielo, se trata de que la situación ha cambiado y tenemos que prescindir de ciertas cosas que no son necesarias. Tienes que entender que si no ahorramos podemos pasarlo mal. Y no queremos que, ni a ti, ni a tu hermano, os falte nada -sentenció papá.

No me hacía ninguna gracia quedarme sin el bolígrafo. Pero entendí que me estaba comportando como una niña caprichosa. Acepté, a regañadientes, lo que papá me explicaba aunque no me hacía mucha gracia tener que admitir la nueva situación. Además me prometí que a partir de ahora ayudaría a mis padres y no me dejaría cegar por las cosas que en el fondo no me hacen falta. Bueno, esto último lo intentaré…

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