Esta mañana, cuando entramos en la
clase, pudimos observar que en cada pupitre había un pequeño libro. Después de
saludar a nuestra profesora, la señorita Paula, nos pusimos a ojearlo curiosos,
mientras nos preguntábamos qué hacía allí. Era parecido a un cuento, tenía las
pastas de color rojo y en el centro había un dibujo que representaba a un caballero
a lomos de su caballo. Este se encontraba luchando contra un enorme dragón que
escupía fuego por la boca. El título estaba escrito en letras de color dorado,
y decía: “La leyenda de San Jorge”
Entonces nuestra profesora nos
explicó que aquel libro era un pequeño obsequio para nosotros, ya que el 23 de
abril se celebraba el Día Internacional del Libro. Nos preguntó si alguno
sabíamos porqué era precisamente ese día y no otro, pero no hubo respuesta. Todos
nos quedamos en silencio sin saber que contestar.
-Al parecer este día concuerda
con el nacimiento de William Shakespeare y Miguel de Cervantes, símbolos de la
literatura universal -nos reveló la señorita Paula.
-Pues podía habernos regalado un
libro de esos autores y no uno de caballeros y dragones -habló uno de los niños
en tono irónico, lo que provocó las risas de los demás.
-Os he regalado ese, porque hoy también
celebramos el día de San Jorge. Es una de las jornadas grandes en Aragón y
Cataluña. Además en esta última, la costumbre es regalar un libro y una rosa
-nos contó la profesora.
-¿Por qué una rosa? -pregunté
intrigada.
-La respuesta María, está dentro
de ese libro. Y ya que has sido tú la que lo has preguntado, serás tú la que lo
lea para toda la clase -me respondió.
-Muy bien -le dije, al tiempo que
me levantaba y comenzaba a leer.
“Hace mucho, mucho tiempo, los
habitantes de una ciudad del Reino de Aragón, vivían tristes y atemorizados por
un gran dragón que habitaba en una cueva a las afueras de la ciudad. Este
siempre estaba hambriento y se acercaba a la ciudad en busca de comida.
Despedazaba todo a su paso y se comía todo lo que encontraba. De su boca salían
bolas de fuego que quemaban las cosechas y con su enorme cola destrozaba las
casas de los pobres ciudadanos.
El Rey, cansado de esta
situación, decidió hacer un trato con el dragón. Le propuso darle a comer una
oveja cada día, a cambio de que dejase en paz a la ciudad y a sus gentes. El
dragón aceptó el trato y a partir de aquel día la paz volvió al reino.
Pasados unos meses, las ovejas se
terminaron, se las había comido todas y ya no quedaban más. El Rey pensó que si
no le daban ninguna, no se daría cuenta y no pasaría nada…pero se equivocaba.
El dragón se presentó en la ciudad, enfurecido y escupiendo fuego, al tiempo
que gritaba:
-Has roto nuestro trato, a partir
de ahora me darás una muchacha cada día para comer.
-Pero cómo voy hacer eso, lo que
me pides es imposible -respondió el Rey.
-Si no lo haces, destruiré esta
ciudad y no dejaré rastro de ella -rugió el dragón.
El Rey convocó a todos los
habitantes en la plaza de la ciudad, para que decidieran entre todos que podían
hacer. La gente pensaba que no podían darle a sus jóvenes, aunque si no lo
hacían, acabarían muriendo todos. Fue así, como después de mucho pensar,
decidieron aceptar lo que el dragón les pedía. Harían un sorteo entre ellas y
le entregarían a quien le tocase, fuese quien fuese.
Pero llegó el día en que le tocó
a la hija del Rey. Este estaba desconsolado y no dejaba de llorar por los
pasillos del palacio. Pero la princesa, que era muy valiente, decidió que tenía
que cumplir con su obligación. Fue así como se despidió de su familia y se
dirigió hacia la cueva del dragón. Por el camino se encontró con un caballero
de armadura blanca y brillante lanza. Él, al verla tan triste se detuvo ante
ella y le preguntó:
-¿Adonde vas bella muchacha?
-Soy una princesa que va a
cumplir con su pueblo. Voy hacia la cueva del dragón para que me devore
-contestó apenada la hermosa joven.
-Eso no puede ser princesa. Yo os
salvaré, a ti y a todo tu reino.
El caballero, de nombre Jorge,
salió hacia la cueva del dragón, donde le retó. Tras una gran batalla, le clavó
su blanca lanza en el pecho y lo mató. Donde cayó la sangre derramada por el
dragón, brotó un rosal de hermosas rosas rojas. El caballero arrancó la más
bella y se la entregó a la princesa. La montó a lomos de su caballo y juntos
partieron hacia el castillo. Todo el pueblo celebró su hazaña con una gran
fiesta, y el Rey, tremendamente
agradecido, le dijo que podía pedir lo que quisiera.
-Tan solo quiero una cosa
majestad, la mano de vuestra bella hija -contestó el caballero.
-Sea pues -habló el Rey.
Así nace la tradición de que, el
día 23 de abril, día de San Jorge, todos los enamorados les regalen una rosa a
sus novias.
Este fue el final de la historia,
y aquella era la razón por la que se regalaban rosas ese día. A todos nos gustó
mucho la leyenda, y nos pasamos el resto de la mañana comentándola y dibujando
dragones, caballeros y princesas. Aunque lo que más me impactó, fue cuando al
salir de clase, Lucas me llamó a un lado. Al aproximarme, me entregó una
preciosa rosa roja de papel que había confeccionado para mí. Me quedé mirándola
sin saber qué decir, y lo único que atiné a balbucear fue que yo no era su
novia para que me hiciese ese regalo. Entonces se acercó y en voz baja me dijo:
“algún día lo serás”