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lunes, 12 de noviembre de 2012

Tenemos chico nuevo en la clase

Esta mañana, Clara vino a recogerme a casa para ir juntas al colegio. Normalmente me acompaña mi papá. Pero hoy tenía que ir al médico, así que le pidió a la tía de Clara si podía ir con ellas. Por supuesto nosotras estábamos encantadas, ya que nos gustaba mucho estar juntas desde la primera hora del día. Si por mí fuera, papá podría ir al doctor todos los días.

Nada más terminar el desayuno, salí rápidamente por la puerta, ya que ellas ya me esperaban en el portal. Al llegar, las saludé con un “buenos días” para dirigirnos calle arriba hacía la escuela. Por el camino Clara y yo charlábamos animadamente de nuestras cosas, cuando de pronto ella me preguntó:

-Todavía falta un niño por incorporarse a nuestra clase ¿Cómo crees que será?

-Es verdad, no me acordaba. Pues no sé, pero que más da -respondí.

-Es curiosidad María, a lo mejor es un niño gracioso y nos reímos un montón en clase con él -me dijo.

-Me parece que lo que tú quieres saber es si es guapo, ¿verdad? -pregunté con ironía.

-¿Qué dices? No, no, a mí eso no me importa…bueno un poco sí -me confesó, finalmente en voz baja.

Al oírla, comencé a reírme a carcajadas. En un primer momento se quedó sorprendida ante mi reacción, pero unos segundos más tarde se unió a mí y ya no pudimos parar. Hasta su tía se contagió de nuestras risas ¡y eso que ella no sabía de qué se reía! Esto provocó que las tres nos riésemos todavía más, y con esta alegría, llegamos al colegio, nos despedimos de su tía y corriendo cruzamos el patio.

Nada más entrar en la clase se nos acercó Alicia, una de las niñas nuevas. Las tres nos habíamos hecho buenas amigas, sobre todo desde que nos contó lo mal que se sentía porque sus padres estaban separándose. Ellos mantenían una pequeña guerra para ganarse su cariño. La madre no quería que viese al padre e intentaba envenenarla en su contra. Ambos olvidaban que lo que realmente le importaba a Alicia era que los dos la quisieran tanto como ella les quería a ellos. Pero esta mañana, después de varias semanas de tristeza, por fin la notamos alegre.

-Buenos días chicas -nos saludó muy sonriente.

-Hola Alicia ¿Qué contenta estás? ¿Ha ocurrido algo? -preguntamos curiosas.

-Es cierto, estoy feliz. Mis padres han llegado a un acuerdo y podré ver a mi papá todos los fines de semana ¿a que es genial? -nos dijo emocionada.

-Como nos alegramos por ti -le dijimos al unísono mientras nos abrazábamos las tres.

-Gracias chicas, sois unas buenas amigas. Sobre todo tú María, porque lo que le dijiste a mi madre el otro día fue decisivo para que las cosas cambiarán -nos explicó visiblemente emocionada.

Con estas buenas noticias nos sentimos tan felices por ella, que no nos dimos cuenta de que la señorita Paula había entrado en el aula y llevaba un rato diciéndonos que nos sentásemos. Una vez en nuestros sitios, nuestra profesora nos comunicó que hoy se incorporaría el nuevo alumno que nos faltaba. Nos explicó que había estado enfermo y por eso que no había podido venir antes. Fue en ese momento cuando alguien llamó a la puerta de la clase.

-Adelante -indicó nuestra maestra mientras todos nos girábamos para ver quién era.

-Buenos días -dijo un niño asomando su cara y sonriendo con entusiasmo. En ese instante y desde mi pupitre, no logré verlo con claridad, pero cuando giró la cabeza hacia a la clase sentí que el corazón me daba un vuelco.

-Buenos días, pasa por favor -dijo la señorita Paula-. Niños os presento a Lucas, a partir de ahora será vuestro nuevo compañero.

No me lo podía creer...ni Clara tampoco. Este era el niño que habíamos conocido hacía unos meses y que nada más verlo me hacía sentir un extraño cosquilleo en el estómago. No sé qué me pasaba con él, era algo raro y que no lograba entender. Aunque lo peor de todo era lo mal que se llevaba con Clara. No sé muy bien por qué, pero cuanto más me gustaba a mí, menos le gustaba a ella ¡Ay pobre! Con la ilusión que le hacía el chico nuevo.

La señorita Paula lo acompañó a su pupitre y al pasar por mi lado, me hizo un guiño. En ese momento sentí como me ponía colorada. Las piernas comenzaron a temblarme y no sabía muy bien para dónde mirar. Lucas se sentó delante de mí, y una vez colocado se giró y me dijo: “creo que este curso va a ser uno de los mejores”