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martes, 23 de octubre de 2012

El domingo por la tarde fuimos a votar

El domingo pasado no fue como los otros domingos. Normalmente, por las tardes solemos salir a pasear, miramos escaparates, me llevan al parque y terminamos tomando algo en la terraza de alguna cafetería. Pero esta vez papá dijo que haríamos algo diferente: iríamos a votar. Durante un rato me quedé pensando cómo querría hacerlo. Quizás ayudados por una cuerda o simplemente daríamos saltos por la calle. Sentía curiosidad por las repentinas ganas que le habían entrado a papá por saltar. Ya me imaginaba una maravillosa tarde de saltos en familia. Pero pronto me di cuenta, que el “votar” al que papá se refería no tenía nada que ver con la diversión que había imaginado.

Fue al terminar de comer cuando papá nos explicó que iríamos al colegio para votar ¿Cómo que al colegio? pregunté sorprendida. Entonces me contó que este domingo era día de elecciones y que la gente iba a las escuelas para elegir qué políticos nos gobernarían los próximos cuatro años, a eso le llamaban votar. ¡Qué desilusión! Y yo pensando en saltar toda la tarde y resulta que al final era una cosa de mayores ¡Menudo rollo!

Una vez llegamos al colegio, nos dirigimos hacia el polideportivo. Allí habían instalado unas mesas, en las cuales habían colocado unas cajas plásticas transparentes. En la parte de arriba tenían una ranura, y pensándolo bien, se parecían mucho a una hucha, pero más grande. Sin embargo no se utilizaban para guardar dinero, ya que según me explicó papá, por aquella ranura era por donde se introducía la papeleta con la que votabas. Ahora entiendo por qué estaban llenas de sobres, y yo que pensaba que la gente las había confundido con un buzón de correos…en fin. En la mesa principal estaba la señorita Paula, mi profesora. Al verla, corrí a saludarla.

-¡Hola María! ¿Tú también has venido a votar? -me preguntó con una sonrisa.

-Ya me gustaría, pero no me dejan. Dice mi papá que tengo que ser mayor para hacerlo -le contesté.

En ese momento unos ladridos nerviosos interrumpieron nuestra conversación. Me giré rápidamente, aunque ya sabía quién era. Por supuesto era mi amiguito Iker, el perrito de nuestro vecino Hugo, que iba acompañado de sus padres, ya que estos también habían ido a votar. El animalito al verme se puso a dar tirones a su correa, tantos, que casi tira a su dueño, lo que provocó algunas risas. Pero primero lo saludé a él y a sus padres, para finalmente acercarme al perrito, para acariciarlo. Este se puso muy contento, dando saltos, lametones y moviendo su rabito sin parar. Mientras le hacía mimitos comencé a escuchar como mi padre y el de Hugo hablaban de las elecciones y de lo importante que era votar. También se lamentaban porque la crisis estaba haciendo mucho daño a las familias, faltaba el trabajo y las cosas cada vez costaban más caras.

-¿Y por qué en vez de quejaros tanto no hacéis algo para que las cosas cambien? -pregunté de pronto.

-Bueno María, eso no es tan fácil. Pero mira venir a votar ya es una forma de intentar cambiarlas. Además esto nos da la oportunidad de elegir políticos que puedan mejorar la situación actual -contestó mi papá sorprendido ante mi inesperada pregunta.

-Pues que bien, así podrán destruir a la Señora Crisis y la gente volverá a tener trabajo y esas cosas -dije muy convencida.

-Esa es la idea, que entre todos podamos terminar con esta situación y las cosas comiencen a mejorar -habló el padre de Hugo.

-Entonces por qué los políticos que nos gobiernan no hacen lo posible para terminar con la Señora Crisis, al fin y al cabo ella es mala y nos afecta a todos -razoné.

-Sí nena, es mala, y precisamente eso tienen que hacer los políticos, terminar con ella. Además, está perjudicando sobre todo a los que menos tienen. Porque son los que al final terminan pagando las cosas que se hicieron mal, con subidas de impuestos, recortes, etc. ¿entiendes cariño? -me explicó.

La verdad es que entender, entendía, pero tan solo sus palabras. Porque lo que decía en ellas…pues no. Para mi las cosas eran mucho más sencillas. Si los que gobiernan lo hacen mal, pues se cambian y punto. Se eligen otros que lo hagan mejor y que miren por los derechos de las personas. Otros que consigan que mi papá y otros papas y mamas tengan trabajo para poder pagar sus facturas. Otros que no recorten en educación, sino que inviertan en ella para que los niños podamos tener más oportunidades cuando seamos mayores. Otros que nos ayuden cuando estemos enfermos con más médicos y mejores. Otros que sepan terminar con la Señora Crisis y todo el mal que la rodea. Otros que acaben con la pobreza y que repartan la riqueza entre todos.

Definitivamente no comprendo para qué sirven unas elecciones si las cosas no van a cambiar, si la gente no pelea por lo que quiere ¿Quién lo hará? El mundo de los mayores me parece absurdo, además de complicado. Solo espero que cuando yo sea mayor las cosas sean diferentes porque si no lo son, os aseguro que yo las cambiaré. No pienso quedarme quieta mientras se cometen injusticias.

martes, 16 de octubre de 2012

Quiero a mi papá igual que a mi mamá

Tan solo hace un mes que empezaron las clases y da la sensación de que el verano ya queda muy lejos. En estas primeras semanas en las que apenas tuvimos deberes, dedicamos la mayor parte del tiempo a contarnos nuestras vacaciones y a conocer a los nuevos compañeros. Este año teníamos cuatro alumnos nuevos, tres niñas y un niño. Este último aún no se incorporó, así que comenzamos conociendo a las niñas. Al principio estaban algo incómodas porque no conocían nada, pero poco a poco se han ido integrando con el resto de la clase. Bueno todas menos una, Alicia que así se llama y casualmente se sienta entre Clara y yo.

Alicia apenas hablaba con nadie, se pasaba callada todo el tiempo y con la mirada perdida. Era como si no estuviese allí, como si su cabeza volase a otro sitio. No sé pero me daba la impresión de que algo le preocupaba y la entristecía. A pesar de todos los esfuerzos de la señorita Paula, nuestra profesora, para que hablase y colaborase con el resto de la clase, todo parecía inútil. La niña apenas respondía con monosílabos para luego volver a meterse en su mundo particular.

Durante los recreos, las cosas no mejoraban mucho. Todos los días se ponía en una esquina del patio y no hablaba con nadie. Siempre llevaba una libretita rosa donde anotaba cosas. La verdad es que a mí empezaba a darme pena y me intrigaba, así que decidí que esto tenía que terminar. Hoy averiguaría qué le pasaba y justo cuando iba a decírselo a Clara esta reaccionó

-Es un poco rara esta niña ¿no te parece?

-Vaya que casualidad, ni que me leyeses el pensamiento -respondí sorprendida.

-¿Ah si? ¿No me digas que pensabas lo mismo? -me preguntó.

-Bueno, algo parecido. Creo que deberíamos hacernos sus amigas, pero no sé creo que algo le pasa -le dije.

-A lo mejor es que es muy tímida y le cuesta relacionarse. Pero tienes razón, hablemos con ella y a ver qué nos cuenta -dijo Clara.

Así fue como nos acercamos a ella y comenzamos saludándola. Al principio se quedo un poco sorprendida, pero nosotras seguimos hablándole como si nada. Nos presentamos otra vez, le contamos que éramos buenas amigas y que nos gustaría que ella también se uniese a nosotras. Hasta Clara, que no era muy partidaria de quedar con nadie que no fuese yo, la invitó a ir con nosotras al parque a patinar.

Aunque le costó un poco abrirse a nosotras, la verdad es que cuando lo hizo descubrimos que era una niña encantadora. Durante toda la semana pasada fuimos juntas al colegio, jugábamos en los recreos y lo pasábamos muy bien. Pero había algo que a mí seguía preocupándome, parecía como si ocultase algo, un secreto…no sé. El caso es que hoy decidí descubrirlo, ya que creo que tenemos la confianza suficiente para que pueda contarme lo que le pasa. Por eso cuando salimos al recreo, nos fuimos hacia una esquina y allí comencé mi interrogatorio

-Alicia quería preguntarte algo y me gustaría que me dijeses la verdad. Somos amigas y las amigas se ayudan, además puedes confiar en mí.

-Perdona María pero no te entiendo -contestó ella algo sorprendida.

-Sé que te pasa algo, te noto triste y me encantaría poder ayudarte, pero no puedo mientras no me lo cuentes -le dije.

-¡Vaya! No sabía que se me notaba tanto. Pero tienes razón, lo cierto es que tengo problemas en casa…mis padres se están separando -habló con voz triste.

-Lo siento Alicia, eso si que no me lo esperaba. Puedes contar conmigo y con Clara también para lo que necesites -concluí apenada.

Entonces nos contó que sus padres llevaban un año separados y que ella vivía con su madre. Durante este tiempo intentó llevarlo lo mejor posible, aunque era duro aceptar que no volverían a estar juntos. Pero las cosas empeoraron hace unos meses porque su madre no quiere que su padre la visite. No deja de hablarle mal de él y pone trabas cada vez que su papá va a buscarla. Ella lo pasa fatal porque adora a su padre y no entiende porque su mamá hace algo tan terrible.

-Pero eso es horrible, yo me muero si dejo de ver a mi papá. No puedo comprender porque tu mamá hace eso -le expliqué.

-Yo tampoco lo entiendo, pero a mi me hace daño y aunque intenté explicárselo, ella no me escucha.

Durante un rato nos quedamos calladas sin saber muy bien qué decir. Intenté imaginarme cómo sería mi vida sin mi papá, y solo de pensarlo, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Tenía que hacer algo, no podía mirar para otro lado, eso no iba conmigo. Así que cuando salimos de clase, bajamos juntas hacia el patio donde nos esperaban nuestros padres. También estaba la madre de Alicia, y nada más verla, me dirigí hacia ella sin pensar muy bien lo que estaba haciendo.

-¿Eres la mamá de Alicia verdad? -le pregunté.

-Sí, yo soy -me contestó.

-Encantada de conocerla, yo soy María y su hija y yo vamos juntas en la misma clase -le conté.

-Ah, muy bien. Pues un placer conocerte, me alegro de que Alicia vaya haciendo amigas -respondió con una sonrisa.

-Parece usted muy simpática, no entiendo como siendo así puede hacerle esto a su hija -le dije de pronto.

-¿Perdona? No te entiendo -señaló sorprendida.

Entonces le expliqué lo injusto que me parecía que privase a Alicia de la compañía de su padre. No sé qué razones tan terribles podría tener para hacer eso.  Ella los necesita a los dos. Bastante difícil era aceptar que sus padres ya no se querían, para encima tener que perder a uno de ellos. Le pregunté cómo se sentiría ella si le prohibiesen ver a su hija. También le dije que estaba mal lo que hacia y eso no era de buenas personas.

Durante un rato se quedó mirándome como si no pudiese creer lo que escuchaba. Agarró a Alicia de la mano y se fue sin decir palabra. Mientras mi papá que había sido testigo de todo lo que dije, se acercó y me dio un abrazo. No sé si habrá servido de algo, pero al menos creo que alguien tenía que decírselo.