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viernes, 30 de marzo de 2012

La Señora Crisis fastidia a mamá

Esta última semana fue un poco extraña en casa. Parece que mamá solo tenía tiempo para su negocio, la peluquería que le alquiló a la Señora Lola, su antigua jefa. Se levantaba más temprano de lo habitual y llegaba tan tarde a casa que muchas veces ya estoy acostada en cama y no la veía. Yo pensaba que al ser su propia jefa, trabajaría menos y ganaría mucho más. Pero parece ser que las cosas no son tan fáciles como yo creía y mamá está trabajando tanto que empieza a preocuparme.

Así que esta tarde, al terminar de hacer los deberes, le pedí a papá que me llevase hasta la peluquería porque me apetecía mucho ver a mamá. Cuando llegamos estaba muy atareada peinando a una señora, tanto que ni se dio cuenta de que entrábamos por la puerta.

-¡Hola mami! -dije corriendo hacia ella.

-¡Hola, cariño! ¡Qué sorpresa tan agradable! -exclamó dándome un beso.

-¿Es tu hija? ¡Qué guapa es! Se parece mucho a ti -dijo la señora a la que estaba peinando.

-Sí, es mi pequeña María -contestó mamá orgullosa.

-Bueno, ya no soy tan pequeña que tengo diez años -dije muy seria.

-Jajajaja, que graciosa es. Claro que sí bonita, ya eres toda una chica mayor -habló la señora entre risas.

Entonces papá me mandó sentarme para que mamá pudiese trabajar tranquila. En un lateral de la peluquería había un pequeño sofá donde otras clientas esperaban a ser atendidas. Una de ellas me hizo un sitio para que me sentase a su lado, mientras comenzó a bombardearme a preguntas como a qué curso iba, si sacaba buenas notas, qué quería ser de mayor… Tantas preguntas me hacía que casi no me daba tiempo a contestarle. Aun así respondí a todo porque no quería parecer maleducada, pero la verdad es que me daba la impresión de que era un poco cotilla.

-¿Y usted, qué va hacerse en el pelo? -le pregunté de repente intentando frenar su interrogatorio.

-Me lo voy a cortar que lo tengo muy largo. A lo mejor dentro de unos años me lo cortas tú -dijo ella.

-No creo, a mi no me gusta ser peluquera. Además seguro que cuando yo sea mayor tendré mucho dinero -contesté.

-¿Y cómo es eso? -me preguntó.

-Muy fácil, yo tengo una mamá empresaria y ganará tanto que a mí no me hará falta trabajar ¿Verdad mami? -dije toda llena de razón.

-Pero que tonterías dices María. Anda estate calladita y no molestes por favor –dijo mamá algo enfadada.

Yo no entendí porque me contestó así. Pensaba que ahora seríamos ricos ya que ella tenía un negocio. Que ya no tendríamos que preocuparnos más por las facturas ni esas cosas. Si mamá era una jefa, pues lo normal es que tuviese dinero porque si no lo tienen los jefes ¿Quién lo va a tener?

Pero cuando regresamos a casa, después de pasarme la tarde en la peluquería de mamá, me explicó que las cosas no son como parecen. Es cierto que ella era su propia jefa, pero eso no significaba que tuviese más dinero. Con lo que ganaba en su negocio había que pagar los gastos que este provocaba y el resto era como su sueldo. La única diferencia era que ahora no tendría que darle cuentas a nadie más que a ella misma, pero si no trabajaba mucho, no ganaría lo suficiente para poder mantenerlo. Por eso se levantaba más temprano y llegaba a casa tan tarde.

-Lo que quieres decir es que vamos a seguir siendo pobres -concluí.

-No se trata de eso María, lo que quiero que entiendas es que ahora debo trabajar más. Yo soy una empresaria pequeñita y tengo que luchar para que esto salga bien y poder traer un sueldo a casa que nos permita vivir cómodamente. Además, debido a la crisis mucha gente ha perdido el trabajo y no tiene tanto dinero para gastarse en la peluquería ¿Entiendes nena?

-Sí que lo comprendo, pero yo pensaba que ahora seríamos ricos y nuestros problemas se terminarían. Creía que los jefes no tenían que trabajar, que solo ganaban dinero y ya está -le repliqué.

En el fondo me sentí un poco decepcionada. Me había imaginado que ahora podría tener todas las cosas que me gustaban, como la gente rica que sale por la tele. Pero la Señora Crisis, una vez más, viene a fastidiarlo todo. ¿Es qué nunca nos va a dejar en paz? Aunque tengo que reconocer que prefiero seguir como estamos, ya que mi familia es mucho mejor que cualquier otra cosa que pueda desear. Y por mucho que se empeñe esa Señora con nosotros no podrá.

jueves, 22 de marzo de 2012

Feliz cumpleaños, tarta de chocolate y play station

Hoy hemos celebrado el cumpleaños de mi hermano Pedro. Cumplió quince años. Aunque papá dice que a partir de hoy ya es un hombre, yo lo veo exactamente igual que ayer. Bueno no, creo que hoy tiene más granitos o acné, que supongo le llamaran así porque suena más fino. Aunque da igual el nombre que le pongan ¡Son horrorosos! Y no favorecen nada. Cada vez que le miro a la cara me pongo a temblar preocupada, ya que adivino lo que va a pasar en la mía cuando tenga un par de años más. Será mejor que me deje de divagar y vaya al grano, nunca mejor dicho.

En mi casa no acostumbramos a celebrar grandes fiestas en los aniversarios. Normalmente hacemos una comida familiar… vamos como todos los días.  La pequeña diferencia es que mamá compra una tarta y le pone velitas para que el homenajeado las sople.

Así, este mediodía nos juntamos para comer, nos reímos diciendo tonterías, nos metimos con Pedro, le felicitamos y pasamos un rato muy agradable. Al terminar, mamá cogió la tarta de la nevera y la puso en el centro de la mesa. Aquí comenzó una de las cosas que menos me gustan de estas celebraciones, el reportaje fotográfico. Esto significa que mamá hace fotos de todo y no para hasta que se soplan las velas y cantamos, por fin, el consabido cumpleaños feliz. Después las miramos y elegimos las mejores, que luego ella se encargará de mandar a los abuelos para que no pierdan detalle de cómo nos hacemos mayores.

A mí lo que más me gusta es comer la tarta. Este año nos tocó de chocolate y nata ¡Umm… que buena! Además llamamos a nuestro vecino Hugo para invitarle a un trozo del pastel. Él bajó acompañado de su inseparable perrito Iker, al que también le pusimos un platito con un pedacito del dulce.

-¡Mira no ha dejado nada! Creo que no va a hacer falta que laves el plato -le comenté a mamá al ver que Iker lo había lamido todo.

-Vaya parece que le ha gustado ¿Le pongo un poco más Hugo? -preguntó ella.

-No, mejor no, que después se descompone por comer demasiado -contestó él.

Pero el perrito no parecía estar muy de acuerdo con su amo, ya que cogió su plato y lo puso a los pies de mi madre esperando una porción más. Al ver que no le hacía caso comenzó a ladrar intentando llamar su atención. Como eso no funcionaba, entonces puso carita de pena al mismo tiempo que levantaba las patitas delanteras.

-Pobrecito, mira todo lo que hace para que le den un poquito más -dije yo.

-No le hagas caso María, él siempre hace lo mismo para salirse con la suya. No te preocupes que acabara cansándose, piensa que lo hago por su bien -me explicó Hugo.

Aunque yo lo entendí, no podía evitar sentir penita por el perro. Pero al final terminó por rendirse y se acostó en los pies de su dueño tan tranquilo. Aprovechamos ese momento para darle a mi hermano sus regalos. Papá y mamá le habían comprado una sudadera que a él no pareció hacerle mucha ilusión. Mis padres solían hacernos regalos que ellos consideraban útiles, pero reconozco que a veces apetecen otro tipo de cosas. Por eso, como yo entendía a mi hermano, mi regalo fue un juego de carreras para la Play Station y no hizo falta que me dijese nada porque su cara lo decía todo.

-Vaya parece que te gusta más eso que la ropa que te compramos -dijo papá irónicamente.

-No es eso, la sudadera está muy bien, pero esté juego es genial. Gracias hermanita, tú si que sabes -dijo al tiempo que me daba un achuchón -.Vamos a mi habitación y lo probamos ¿Vienes Hugo?

-Pues claro, yo también tengo ganas de saber cómo es ¿Puedo llevar al perrito? -interrogó él.

-Sí llévalo, no hay ningún problema -respondió mamá.

Nos pasamos el resto de la tarde jugando y compitiendo, a ver quién ganaba. Iker dormitaba a ratos, pero cuando despertaba también quería jugar. Mordía los cables de los mandos, le ladraba a los coches que veía en la pantalla y se escondía detrás de mí cuando escuchaba algún sonido extraño. Me gustó mucho esta tarde y me lo pase muy bien con ellos, sobre todo con mi hermano. Casi no recordaba cuando había sido la última vez que jugamos juntos, y la verdad es que fue muy divertido.

martes, 13 de marzo de 2012

Estoy indignada, las leyes son injustas con papá

Sé que algo pasa, lo noto en el ambiente. Sobre todo porque papá y mamá casi siempre están hablando en voz baja y cuando yo aparezco, automáticamente cambian de tema o dejan de hablar. Vamos que no hay que ser Sherlock Holmes para darse cuenta de que algo raro sucede. Además a papá se le nota mucho que está preocupado por algo. No tiene apetito y está como ausente, pero aunque he intentado preguntarle, él siempre dice que no es nada y que de lo único que debo estar pendiente es de estudiar.

Así que he decidido hacer averiguaciones por mi cuenta. He interrogado a mi hermano Pedro, pero yo creo que él no se entera de nada. Ni siquiera se había dado cuenta de que nuestros padres tenían algún tipo de problema ¡Adolescentes! Solo se preocupa por sus cosas ¡Como si fueran tan importantes! Se pasa el día escuchando música o jugando a la Play Station y lo que le pase a los demás le da igual. Solo espero que cuando yo sea mayor no me convierta en una especie de bicho raro como él.

Ya que todas mis pesquisas resultaban infructuosas, decidí contarle mis dudas a Clara. Para eso están las mejores amigas, digo yo. Pero, ella tampoco me aclaró nada, me escuchó atentamente e intentó tranquilizarme quitándole importancia al asunto. Así que estoy como al principio, aunque reconozco que ella me ayudó mucho y se portó como la amiga que yo esperaba.

Pero esta mañana, por fin se desveló el misterio y de la forma más insospechada. Papá vino a recogerme al mediodía al colegio y cuando estábamos a punto de salir nos encontramos con un amigo suyo. La conversación que mantuvieron fue reveladora y comencé a comprender muchas cosas. Aunque al principio no entendía nada y me llevé un susto morrocotudo al oírles.

-Hombre ¿Qué tal? ¿Cuánto tiempo sin verte? -dijo el amigo de papá.

-Muy bien ¿Y tú qué te cuentas? -preguntó él.

-No mucho, trabajando como siempre. Por cierto ya me enteré de lo tuyo y bien que lo siento. Pero no te preocupes que tú eres un gran trabajador y seguro que pronto encontrarás algo -indicó su amigo.

-Gracias por los ánimos pero ahora lo que más me preocupa es defender mis derechos contra la empresa y que me paguen lo que me deben -contestó papá.

-¿Los habrás denunciado? -interrogó.

-Por supuesto, ahora estamos con el juicio y ya tenemos sentencia favorable. Pero ellos ni quieren pagar, ni hacer frente a sus responsabilidades -habló papá.

-¿Denunciado? ¿Juicio? ¿Qué pasa papá? ¿Tienes problemas con la justicia? -pregunté muy nerviosa.

-No cariño, tranquila. Ya te lo explicaré en casa -me contestó-. Bueno me alegro de haberte visto, ya hablaremos en otro momento con más tranquilidad -señaló papá despidiéndose de su amigo y dándole la mano.

Aunque no tenía muy claro lo que pasaba, decidí callarme durante el camino a casa. Cuando llegamos entré en la cocina y le pedí que por favor me explicara lo que estaba pasando. Necesitaba saberlo, yo también soy parte de esta familia y si había problemas yo quiero conocerlos.

Entonces papá me explicó que cuando le despidieron de su empresa no le pagaron el dinero que le correspondía y se había visto obligado a denunciarlos. Se había celebrado el juicio y había ganado.  Pero a pesar de eso la empresa seguía sin pagarle, lo que ocasionaba serios problemas en la economía familiar. Por eso algunas veces les había costado llegar a final de mes y habían tenido problemas para hacer frente a las facturas que debían pagar, como la hipoteca, el recibo de la luz, la comunidad, etc.

-No lo entiendo. Si has ganado el juicio ¿Por qué la empresa no te paga? -pregunté intrigada.

-Porque no tienen dinero y se amparan en la crisis para no hacerlo -contestó papá.

-Bueno, pues entonces tú tampoco pagues las facturas, ni la hipoteca. Hablas con el señor del banco y le dices que la crisis te impide pagar y ya está. No sé cual es el problema -repliqué toda llena de razón.

-Eso no puede ser María, si yo no pago nos quitan la casa y nos dejan en la calle -concluyó él resignado.

Me quedé atónita. Así que la empresa donde trabajó papá podía hacer lo que quisiera y no pasaba nada. Pero si lo hacía él nos quedábamos en la calle ¡Qué injusticia más grande!

La Señora Crisis, además de dejarle sin trabajo, le obligaba encima a tener que pagar las facturas aunque no pudiese. No entiendo dónde está la justicia ¿De qué sirve que haya ganado el juicio? Creo firmemente que el mundo de los mayores está mal construido y cada vez me gusta menos. Casi prefiero ser pequeña y no enfrentarme a cosas tan ilógicas y absurdas. Pero ahora entiendo la preocupación de mis padres y pienso apoyarles en todo lo que necesiten. En este momento odio a la Señora Crisis más que nunca y es que si la pillo, de lo furiosa que estoy, no sé qué le haría.

jueves, 8 de marzo de 2012

Mi primera visita al hospital

Tener a mis padres todo el día en casa me resultaba un poco raro. Aunque al principio me hizo ilusión poder disfrutar más tiempo con ellos, reconozco que la situación era extraña. Mi papá hacía unos meses que se había quedado sin su trabajo por culpa de la crisis, y ahora mamá, parecía a punto de perder el suyo debido a que la Señora Lola, la dueña de la peluquería donde ella trabajaba, estaba ingresada en el hospital. Le había dado un infarto y por eso el negocio estaba cerrado hasta que ella se recuperase.

Mamá iba a visitarla todos los días. Llevaba casi una semana en el hospital y estaba mucho mejor. Los médicos estaban sorprendidos con su rápida recuperación y decían que probablemente en unos días le darían el alta. Eso era algo que alegraba mucho a mi mamá. Por eso decidió que esta tarde, podía acompañarla en su visita diaria.

-Sí iré contigo encantada ¿Podemos llevarle unas flores? O mejor unos bombones ¿Qué te parece mamá? -pregunté toda contenta.

-Me parece una idea estupenda, le llevaremos las dos cosas -concluyó con una sonrisa.

Cuando llegué del colegio nos fuimos a comprar las cosas que le llevaríamos. A continuación nos dirigimos al hospital y subimos a la quinta planta donde estaba cardiología. Se llamaba así porque era allí donde estaban los enfermos del corazón. La habitación en la que se encontraba no me gustó nada. Era de color blanco y las camas no parecían muy cómodas, tenían ruedas y eran metálicas.

-¡Hola Señora Lola! ¿Cómo se encuentra? -saludé al entrar.

-¡Hola María! Como me alegro de verte ¡Qué guapa estás y qué mayor! -respondió ella con una sonrisa.

-Le hemos traído flores y bombones -le dije.

-Gracias tesoro, que amable eres. Pero no tenías que comprarme nada, con tu visita es más que suficiente -concluyó.

La verdad es que en ese instante me alegré mucho al verla tan recuperada. Era una persona que me caía muy bien porque era muy amable y cariñosa conmigo. Cuando iba a su peluquería siempre tenía alguna chuchería para mí. Ella y su marido no tenían hijos y solían decir que yo era como la nieta que siempre desearon.

-¿Ya le arreglaron el corazón? -le pregunté.

-¡María! ¿Qué clase de pregunta es esa? -regañó mamá.

-No sé, solo quiero saber si ya lo tiene bien. No vaya a ser que se le vuelva a parar y tengamos otro disgusto -razoné yo.

Al escucharme, tanto su marido como ella comenzaron a carcajearse sin parar, consiguiendo contagiar a mi madre que dejó de fruncir el ceño para unirse a ellos. Seguramente habré dicho algo gracioso, yo no sé muy bien el qué, pero me alegro de hacerlos reír después de unos días tan tristes.

-Eres un encanto María, tenías que haber venido antes a visitarme. Contigo me pongo buena enseguida -dijo la Señora Lola entre risas.

-No hay problema, si mamá me deja vendré más veces -le respondí.

-Tienes un sol de niña, se parece a ti -comentó la Señora Lola-. Cambiando de tema, quiero aprovechar este momento para proponerte algo.

Entonces le pidió que se sentase al lado de su cama que ella y su marido querían explicarle algo muy importante. Habían estado pensando mucho qué iban a hacer con la peluquería ya que los médicos le habían desaconsejado volver a trabajar. Además le faltaba poco para jubilarse y ya no se sentía con fuerzas para llevar el negocio. A pesar de eso, les daba mucha pena la idea de tener que cerrarlo.

-Queremos que te lo quedes tú -sentenció al fin.

-¿Cómo que me lo quede yo? Yo no podría llevarlo sin usted. No sabría cómo -contestó mamá sorprendida y ligeramente nerviosa.

-Escucha cielo, tú estás muy capacitada para hacerte cargo de la peluquería. Conoces a los clientes y sabes muy bien cómo funciona todo. Nosotros solo te cobraremos un pequeño alquiler y pensamos hacer testamento en tu favor. Así cuando ya no estemos el negocio será tuyo -le explicó.

-¿Pero usted está segura de lo que me está diciendo? -preguntó mamá incrédula.

-Completamente, no te preocupes por nada. Si quieres te lo piensas, pero me harías muy feliz. Me quedaría muy tranquila sabiendo que tú te quedas con el negocio por el que tanto he luchado -concluyó la Señora Lola.

-Está bien, me lo pensaré. De todas formas quiero agradecerle su confianza y no sé que más decir, me faltan las palabras -habló mamá con la voz entrecortada.

Todos estaban emocionados, hasta yo. Me alegraba tanto por ella, sin duda se lo merecía. Estaba segura que a pesar de lo feliz y nerviosa que se sentía, a ella también le gustaba la idea. En ese momento me dí cuenta de que si aceptaba sería una de esas mujeres emprendedoras que luchan cada día por salir adelante. Que trabajan incansablemente compaginando su vida laboral y su vida familiar. ¡Qué orgullosa me sentía de mi mamá!

lunes, 5 de marzo de 2012

A la Señora Lola le dio un ataque al corazón

Hoy al mediodía, cuando mamá llegó para comer, estaba muy nerviosa y preocupada. El motivo fue que la Señora Lola, la dueña de la peluquería en la que trabajaba, se había encontrado mal. No sabía muy bien que le había pasado. Al parecer se desmayó cuando estaba peinando a una de sus clientas y todas se asustaron mucho. Tuvieron que llamar a una ambulancia que decidió trasladarla al hospital, para poder examinarla mejor.

A pesar de que mamá no podía hacer nada, ella se sentía fatal. Apreciaba mucho a la Señora Lola porque llevaba muchos años trabajando con ella y siempre la había tratado muy bien, casi como de la familia. Papá intentó animarla diciéndole que seguramente no sería nada. También le dijo que debía comer algo y después irían a verla para saber cómo estaba. Aunque ella agradeció mucho su apoyo, no fue capaz de tragar bocado.

Decidieron esperar a que yo volviese del colegio para ir a visitarla. Cuando llegamos, papá preguntó en recepción por ella y le dijeron que estaba en una sala esperando por el resultado de unas pruebas.

-¿Podemos verla? -preguntó mamá.

-Esperen ahí en la salita que ahora les aviso -contestó la recepcionista.

Nos dirigimos hacia la sala de espera y allí nos encontramos con el marido de la Señora Lola, que estaba sentado con cara de preocupación. Al verlo, mamá se dirigió hacia él para darle todo su apoyo y preguntarle si sabía algo. Él agradeció mucho que estuviésemos allí en aquellos momentos, pero los médicos le habían dicho que era un infarto y que su situación era delicada. Al escucharlo, mamá se puso a llorar y yo me quedé sorprendida porque no comprendía nada.

-¿Se va a morir la Señora Lola? -pregunté a papá en voz baja.

-No cariño, tenemos que ser positivos y pensar que se va a recuperar -me contestó.

-¿Qué es un infarto? -volví a preguntar.

-Es un fallo en el corazón, significa que durante un rato deja de latir -me explicó.

Era la primera vez que escuchaba algo así, no sabía que el corazón podía pararse y arrancar de nuevo como si fuese el motor de un coche. Siempre pensé que si este dejaba de funcionar te morías, pero parece que no. Entonces,  mientras yo seguía absorta en mis cavilaciones, llegó el médico que la atendía.

-En este momento ha pasado el peligro. Se encuentra estable, dentro de la gravedad -dijo el doctor.

-¿Puede recibir visitas? -preguntó mamá.

-Sí, pero solo dos personas que no conviene excitarla -respondió.

Entonces entraron su marido y mi mamá, mientras papá y yo salimos afuera para esperarles. La visita tan solo duró diez minutos y cuando mamá salió estaba con los ojos llorosos. No me gustaba nada verla así y no sabía muy bien qué hacer para que se sintiese mejor, así que decidí abrazarla sin más. Yo pensé que con eso conseguiría que estuviese bien, pero para mi asombro lo único que conseguí es que rompiese a llorar. A veces es difícil saber cómo actuar con los mayores.

Pasados unos minutos, mamá se recompuso. Se dirigió hacía el marido de la Señora Lola para pedirle que la tuviese al corriente de su evolución y que mañana volvería a visitarla. También le dijo que cualquier cosa que necesitase no dudase en pedírsela. El pobre hombre se emocionó al escuchar sus palabras y les agradeció a mis padres lo amables y cariñosos que estaban siendo con él en aquellos momentos.

De regreso a casa mamá le contó a papá que no había visto muy bien a la Señora Lola. Estaba con respiración artificial y sedada para que no sufriese. De todas formas los médicos parecían optimistas y creían que se recuperaría aunque su vida tendría que ser diferente. Probablemente tendría que dejar de trabajar y tomarse las cosas con tranquilidad.

-¿Vas a perder tu trabajo mamá? -pregunte de pronto, interrumpiéndoles su conversación.

-Lo importante ahora es que ella se ponga bien, lo del trabajo ya veremos qué ocurre -me contestó.

No quise preguntar nada más, pero me quedé muy preocupada. Primero papá había perdido su trabajo por culpa de la malvada Señora Crisis y ahora mamá veía peligrar el suyo. ¿Cómo íbamos a vivir entonces? ¿Por qué parecía no preocuparle? Yo que pensaba que lo peor era lo de papá y ahora me daba cuenta de que las cosas podían ponerse aún más difíciles.

jueves, 1 de marzo de 2012

Hoy protestamos por los recortes en educación

Llevamos toda la semana muriéndonos de frío en el colegio. El motivo no es que hayan bajado mucho más las temperaturas sino que la verdadera razón es que nos han cortado la calefacción. Por eso ahora en vez de decir “vamos a clases” decimos “vamos a la nevera” que viene a ser lo mismo. Hartos de esta situación, esta mañana nuestros padres decidieron reunirse con la dirección del colegio para protestar. Pero tanto el director como los profesores les explicaron que no era culpa suya.

¿Adivináis quién es la culpable? Pues nada más y nada menos que mí “querida amiga” la malvada Señora Crisis. Empiezo a estar harta de ella, siempre está metida por medio de todos mis problemas. Estoy segura que el día menos pensado volveré a estar enferma y cuando vaya al médico en vez de un virus tendré una bacteria llamada Señora Crisis.

En la reunión, el director les explicó que la falta de calefacción en las clases era debido a que el gobierno había hecho recortes en educación. Esto significa que les han quitado parte del dinero destinado para nuestro colegio y por eso no pueden hacer frente a este gasto. Y yo que pensaba que cuando decían la palabra recortes se referían a los recortables de papel que hacíamos en clase de plástica ¡Qué ingenua soy!

-¿A dónde vamos a llegar? -dijo papá indignado.

-En estas condiciones los niños no pueden estar, acabarán por ponerse enfermos -comentaba la tía de Clara.

-¿Y no podemos hacer nada? -preguntó mamá.

-En este momento no. Hemos enviado una carta al ministerio explicándoles la situación, pero aún no tenemos respuesta. Lo único que puedo recomendarles es que abriguen bien a sus hijos. Además algunos profesores han traído mantas de sus casas para los niños más pequeños. También intentaré comprar algunas estufas pero necesito la colaboración de todos -respondió el director.

-Esto es el colmo, encima tendremos que cargar nosotros con el gasto de calentar a nuestros hijos -gritaba papá cada vez más enfadado.

-Siento no poder dar otra solución, pero a nosotros también nos afecta y nos duele no poder ofrecer a los niños las mejores condiciones en su educación -explicó el director apenado.

Mientras esto sucedía en la sala de reuniones, los alumnos de secundaria decidieron que todos debíamos protestar y reclamar nuestros derechos. Comenzaron a recorrer las clases, una a una, explicándonos que haríamos una sentada en el patio del colegio y no volveríamos a nuestras aulas hasta que la situación se arreglase.

-¿Qué es una sentada? -me preguntó Clara al escucharlos.

-No sé, supongo que será que ponemos a una niña sentada en el patio, digo yo.

Pero al final no era eso. Al parecer consistía en que todos lo alumnos nos sentaríamos en el patio en señal de protesta. Debo decir que casi prefería que fuese lo que yo pensaba, así no tendría que sentarme en el pavimento congelado. En fin, todo sea por la causa.

Sin perder más tiempo todos nos dirigimos hacía el patio y nos sentamos. Pero éramos tantos que no cabíamos, así que abrimos las puertas y nos fuimos sentando en las aceras y parte de la calle. Los mayores habían echo pancartas que decían:

“NO A LOS RECORTES EN EDUCACIÓN”

“LOS NIÑOS NO TENEMOS CULPA DE LA CRISIS

“POR UNA EDUCACIÓN DIGNA”

Cuando nuestros padres terminaron la reunión y nos vieron allí, decidieron apoyarnos y colocarse a nuestro lado. A ellos se unieron los profesores y algunas personas que pasaban por la calle. Tan solo llevábamos una hora con la protesta, cuando apareció la policía diciéndonos que no podíamos estar allí y que debíamos abandonar la sentada.

-De aquí no nos movemos hasta que nos den soluciones -dijo papá muy serio.

-Pues si no lo hacen les obligaremos por la fuerza -contestó uno de los policías.

-¿Nos van a detener papá? -interrogué muy nerviosa.

-Tranquila cariño que no nos va a pasar nada -respondió él.

Pero yo no estaba tan segura y la verdad es que me sentía un poco asustada. Siempre pensé que el trabajo de la policía era proteger a la gente y no entendía porqué actuaban así. ¿Acaso ellos no eran padres también? ¿Es qué a ellos la crisis no les afectaba? ¿Cómo podían amenazar a unos niños? Nosotros no queríamos problemas, solo deseábamos poder estudiar con normalidad ¿Qué había de malo en eso?

Ante la agresividad que comenzaron a demostrar los policías, acabamos despejando la calle, sobre todo porque nuestros padres no querían que nos hicieran daño. Pero esto no termina aquí, seguiremos protestando hasta que alguien nos escuche. La malvada Señora Crisis no podrá con nosotros, no la dejaremos. Va lista si piensa que nos vamos a callar.